DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
“¿Y quién es mi prójimo?”
Lima 13/07/25
El domingo pasado el Señor nos insinuaba que la misión no es fácil, nos envía en medio de lobos, pero que hay que ir a aquellos lugares que piensa ir él y que sanemos los enfermos. Hoy se palpa esa presencia de Jesús al borde del camino con un hombre sufriendo, porque Jesús está en los que sufren, en los marginados de la sociedad.
Lo primero que hay que hacer como dice Moisés a su pueblo escuchar la voz del Señor, observando los preceptos y mandatos de Dios, y uno de los mandatos, y que poco tomamos en cuenta, es del evangelio que lo veremos en su momento, Dios quiere que nosotros escuchemos la voz de aquellos que sufren al borde del camino.
Además, nos invita a amar a Dios, por medio del prójimo, con todo lo que somos, con el corazón, con el alma y con todo nuestro ser. El mandamiento del Señor está muy cerca de nosotros, debemos de cumplirlo, estar atentos, abrir nuestros oídos para escuchar hoy la voz del Señor, debemos ponernos en sintonía con Dios para escuchar el grito de los que sufren. Cuántas veces Señor, estamos siendo sordos y ciegos frente a las necesidades de los demás.
En el evangelio podemos ver esas dos posturas, los que son capaces de escuchar la voz de Dios y los que son sordos a su palabra. Tenemos un primer grupo, que se hacen los indiferentes ante el sufrimiento del otro, lo que hacen es centrar su vida en los ritos, en la liturgia, para ellos son más importantes las normas, las reglas, que las necesidades del que sufre por el camino.
Está el otro grupo, que representa a los samaritanos, aquellos hombres y mujeres que no son parte de ese pueblo elegido por Dios, sin embargo, son más sensibles y están atentos a esa voz de Dios.
Un hombre que viene montado en su bestia, y fue capaz de bajar de su caballo y llegar al pobre hombre maltratado por la sociedad, ha roto con toda estructura, él mismo es el que se ha hecho prójimo, al abajarse se hace próximo del sufriente, además, es capaz de dejar unos denarios para que pueda seguir siendo socorrido. Esta tiene que ser nuestra actitud como creyentes, bajarnos de nuestras estructuras, en ir a aquellos hermanos con el corazón roto, que nosotros siendo ese bálsamo de amor podamos sanar sus heridas.
Sabemos que el amor sana mucho, nos toca bajarnos y acercarnos a aquellos hermanos que están al borde del camino, heridos, necesitando una mano que les consuele y los anime a seguir adelante en su vida. Que nuestros ritos, nuestras formas de estar en la vida eclesial, no nos hagan olvidar al doliente, al que sufre, sino que nos hagan más bien cercanos y curarlos con nuestra presencia.
Muchas veces hablamos de los diez mandamientos y olvidamos este mandato del Señor:” vete tú y has lo mismo”. Seamos aquellos samaritanos, capaces de ser sensibles y tengamos misericordia por aquellas personas que han sido golpeadas por un sistema social y político que anulan a los más vulnerables, que nosotros con nuestra vida pongamos el bálsamo y el aceite del amor con nuestra presencia y nuestra forma de actuar como Jesús.
Hermanos, hagamos realidad ese mandato del Señor que nos dice hoy: Anda y haz tú lo mismo, ¿qué debemos hacer?: Mirar al que sufre sin dar rodeos, abrir los ojos atentamente a tantos hombres y mujeres asaltados, robados, golpeados, abandonados en los mil caminos de la vida. Acercarnos a los surcos de la vida, no importa quiénes son los que están allí caídos, y hacerse cargo, levantarles, y hacer lo que podamos para aliviar y ayudar a restaurar las vidas rotas.




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