DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
JESÚS, EL PROFETA DE DIOS
“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»”
Monteagudo 31 de enero de 2021
En este cuarto domingo de tiempo ordinario podemos centrar la palabra en profetismo y autoridad.
PROFETISMO O SER PROFETA:
Tanto la primera lectura y el evangelio nos destacan la figura del profeta: en la primera lectura Moisés habla a su pueblo de parte de Dios, que Dios va a suscitar un profeta en medio de su pueblo, una figura que es un don de Dios, porque viene de Dios mismo, por eso el profeta es un regalo mismo de Dios, por eso el pueblo y nosotros ahora debemos saber escuchar la voz de Dios, como dice el salmo de hoy, ojala escuchemos la voz de Dios, porque entre nosotros también pueden surgir falsos profetas que hablan en nombre de Dios, pero se buscan a sí mismos, son aquellos hombres que buscan engañar al pueblo hablando de parte de Dios, por eso nosotros debemos saber discernir, esa voz de Dios a través de los hombres, no podemos dejarnos engañar por aquellas voces que no nos llevan a la verdad plena, cuantas injusticas hemos visto a lo largo de la historia por aquellos falsos profetas que hablan de parte de Dios, pero lo que hacen es cometer grandes errores que deshumanizan a la sociedad.
En cambio, el evangelio nos muestra al auténtico profeta, que es su mismo Hijo, un profeta que enseña con autoridad, que tiene otra fuente, que está lleno del Espíritu vivificador de Dios, sobre todo que trae una única misión de parte de Dios Padre, viene a humanizar la población, viene a devolver la vida, viene a dar la libertad, viene a hacer el bien, y lo más importante que viene de parte de Dios, no viene por sí mismo, es el enviado de Dios, el Mebasser de Dios, el que da la Buena Noticia de salvación, es decir, ha venido a liberar a los pobres, ciegos y cautivos del cuerpo (Lc 4,18).
AUTORIDAD:
Enseña con autoridad, pero también tiene esa autoridad de estar por encima de los demonios, su palabra está cargada de autoridad, de Señorío, porque es palabra de Dios que genera vida, que trasforma, muchas veces cuando aquellas autoridades, los letrados, que se asemejan a falsos profetas, hablan mucho, pero sus palabras no trasformaban porque solo hablaban de discursos aprendidos de otras autoridades, lo hacían para presumir que se sabían la ley de los pies a la cabeza, eran cosas de la cabeza y no ponían en juego el corazón, eran personas que hablaban mucho de obligaciones religiosas, eran solo leyes, esos discursos lo que hacían eran perjudicar a las personas, quitándoles la libertad y la autonomía no dejaban actuar la acción del espíritu de Dios, sino que solo actuaban desde el espíritu de la ley, en cambio, Jesús habla con esa autoridad que su mensaje de salvación cala en el corazón del hombre y por eso lo alaban ¿quién es este que nos está enseñando una doctrina nueva?, este no dice palabras engañosas, su palabra son espíritu y vida, es decir, su palabra tiene una fuerza curativa que es capaz de convertirnos en una nueva criatura, sus palabras estaban fundamentadas en Dios, en el Espíritu Santo, esa era su fuente principal para hablarle al pueblo y les habla en un clima de recogimiento en la sinagoga, es por eso que nosotros cuando venimos al templo es para escuchar la voz de Dios, los sacerdotes podemos predicar muy bonito, pero lo más importante es escuchar la voz de Dios por medio de sus ministros, son mediaciones humanas que nos ayudan a comunicarnos con Dios, por eso vuelvo a repetir lo del salmo de hoy: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”, porque esa palabra de Dios tiene vida y es eficaz, y ella nos puede liberar de todos esos demonios que nos alejan de Dios y de los hermanos.
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