DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
“No soy profeta ni hijo de
profeta, sino pastor y cultivador de higos”.
(Am 7,12-15)
Monteagudo 11 de julio de 2021
Aunque hoy no celebramos el bautismo del Señor, podemos centrar el tema de hoy en este tiempo ordinario, en el bautismo. Es una oportunidad más que nos da el Señor por medio de su palabra para que reavivemos nuestra condición de Hijos de Dios por medio del bautismo, y lo que significa nuestra condición de bautizados.
Para esta reflexión quiero tomar algunos textos de cada una de las
lecturas para que veamos lo que realmente Dios nos pide como hijos.
En la primera lectura, sabemos que cuando nos ungen la cabeza en el
rito del bautismo, nos dicen que somos consagrados para ser sacerdotes, profetas
y reyes. Hoy podemos decir como el profeta Amós, no somos profetas, ni hijos de
profeta, pero el Señor por medio del bautismo nos ha ungido para que podamos
cumplir o vivir nuestra condición de profetas.
Ojalá que asumamos nuestro rol como profetas, ya que a veces, no
sabemos si realmente queremos denunciar situaciones difíciles que estamos
viviendo, o predicar en lugares que a lo mejor nuestra voz no tiene cabida, porque
realmente las personas ya no creen en Dios, pero debemos hacerlo, y ya.
En la segunda lectura, a lo mejor, esto nos gusta más a la mayoría, por
su carácter espiritual, pero es más comprometedor de lo que parece.
San Pablo nos dice que hemos sido elegidos en la persona de Cristo, es por iniciativa del mismo Jesús, con el fin de ser santos, es por eso que digo que es más comprometedora esta segunda lectura, ya que, ser santo, es mucho más difícil, y debemos de tener en cuenta, que, por medio del bautismo, todos estamos llamados a la santidad.
El mismo Pablo nos habla que por medio de Jesús hemos sido salvados del
pecado, situación que siempre dice el magisterio de la Iglesia, que por medio
del bautismo el Señor perdona nuestros pecados, por medio de Jesús hemos sido
redimidos. En realidad, como dice san Pablo, es un derroche de su gracia y de
su amor para con nosotros, porque por medio del bautismo y Jesús, somos hijos
predilectos y muy amados de Dios.
Y en el evangelio, nos damos cuenta cuál es la misión que hemos
recibido por medio del bautismo: primero que por el bautismo nos llaman por
nuestro nombre, el nombre que nos han puesto nuestros padres, y desde ahí
seremos llamados para una misión. Jesús,
dice el evangelio, ha llamado a los doce, y les ha encomendado una misión, una
misión que realmente no es fácil y ni será fácil, pero Dios estará con
nosotros, ahora y siempre, nos irá acompañando para que podamos lograr la
misión.
Así que todos estamos llamados a estar con Él, eso quiere decir, vivir
en intimidad con el Señor. Para que
pueda dar fruto la misión, es necesario estar unido a la fuente del amor,
Jesús, si no hay conexión, podemos caer en la tentación de proclamarnos a
nosotros mismos.
Al sabernos y sentirnos enviados, nos toca compartir ese proyecto de amor de Dios con los hombres, y nosotros seremos esos instrumentos de amor para aquellos que viven encerrados en sí mismos, y atados en el pecado. Nos ha dado ese poder de expulsar y curar: expulsar aquellos demonios que no dejan y no nos dejan ser libres, como verdaderos hijos de Dios, y curar aquellas heridas que nos atan y que nos hacen vivir tristes, solos, sin esperanza, es ahí donde tiene cabida ese poder que Dios nos ha dado a nosotros los bautizados.
“Un bautizado que no sienta la necesidad de proclamar el Evangelio, de
anunciar a Jesús, de sanar corazones y de expulsar demonios no es un buen
cristiano”. En definitiva, esto es ser como dice san Pablo: Santos,
irreprochables en el amor, hijos. Así de claro.
Que el Señor nos de la capacidad de entender desde el amor, y poner en
marcha nuestra condición de bautizados.
Gracias querido Wilmer. Bendiciones un fuerte abrazo
ResponderEliminar