SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL (Ciclo B)

 

    Podéis beber el cáliz que yo he de beber. Contestaron: podemos (Mt 20 22)

Monteagudo 25 de julio de 2021

 

En este domingo por gran parte del globo terráqueo se celebra la eucaristía con las lecturas del XVII domingo del tiempo ordinario, y de esta parte del mundo, en España, celebramos la solemnidad de Santiago Apóstol. Es por eso que esta reflexión va entorno a la solemnidad del apóstol patrono de España.


Con referencia a la primera lectura, deberíamos estar hoy muy agradecidos con Dios, por tomar la figura de Santiago y que llegara hasta esta tierra para trasmitirnos esa Buena noticia de Salvación.  El apóstol, con su valentía ha llegado hasta nuestra tierra a darnos ese gran mensaje, para ser testigos de la resurrección del Señor.

En la segunda lectura, esa palabra de Pablo también se ha hecho realidad en Santiago, porque su ministerio de anunciar esa buena noticia sabía que era un tesoro en vasija de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Este apóstol ha vivido desde ahí, de la humildad, que tiene que contar con la gracia de Dios, que sin ella no hubiese podido llegar hasta aquí a España, y todo lo que realizó ha sido obra de Dios y no de su propia fuerza.

En el evangelio, vemos con más claridad esa confianza en Dios, a pesar que su madre quería los primeros puestos, ellos han aprendido del maestro, que hay que servir, hay que ponerse en el lugar del otro; si hubiese seguido en Santiago esa pretensión de ocupar el primer puesto, seguro que no hubiese venido hasta aquí, se hubiese quedado mejor en su tierra natal, para vivir la vida más cómoda, sin arriesgar la vida, sino quedándose en la zona de confort. 

Gracias Santiago por arriesgar tu vida, gracias por tráenos la buena noticia de salvación, por tu generosidad y desprendimiento de barcas, redes, caprichos, cosas que nos impiden seguir más de cerca al Maestro, gracias por tu valentía e intrepidez dispuesto a beber el cáliz que yo he de beber (Mt 20, 22), en convertir tu fragilidad humana, en fuerza de Dios, así como dice san Pablo hoy:  aunque sean  atribulados en todo, más no aplastados; apurados, más no desesperados; perseguidos, pero no abandonados, derribados, mas no aniquilados (2cor 4, 7-9).

Que Santiago interceda por todos nosotros, y que nos ayude a ser valientes discípulos y misioneros por otros lugares del mundo donde todavía no ha llegado esta buena noticia de salvación.

 

 

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