HAY DE MÍ SI NO ANUNCIO EL EVANGELIO

   ¿Y cómo van a oír de él si no hay quien les cuente el mensaje?

 

 En la primera lectura de hoy de san Pablo a los corintios, nos invita a anunciar el evangelio. El mismo san pablo dice: “hay de mi si no anuncio el evangelio”.  Un anuncio que estamos todos obligados y necesitados a encarnarlo, en la situación o cultura que nos encontremos. 

San Pablo también dice, “Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos.”, es decir, inculturizar el evangelio donde nos toca vivir. Pero para ello, como dice Jesús en el evangelio, un ciego no puede guiar a otro ciego y por ello necesitamos prepararnos junto con Jesús, nuestro maestro. Ya sabemos que el discípulo no es más que el maestro, y cuando ya estemos preparados podremos asemejarnos al maestro, por eso necesitamos más que todo prepararnos junto con el maestro, para que podamos anunciar el evangelio, la buena noticia de salvación a las demás personas, para que las podamos guiar, para que el Espíritu Santo nos ilumine y mirar con esos ojos de fe a los demás, para guiarlos por el camino de la salvación.

Algunas veces sabemos que en nuestra formación como discípulos nos vamos mirando a nosotros mismos y no vemos a los demás como hijos de Dios, y por eso nos encanta juzgar y mirar la paja en el ojo ajeno y no vemos nuestra viga.  Para eso es el  camino del discipulado o estar en la escuela del discipulado, para irnos formando e ir desmontando todas esas vigas que tenemos en nuestros ojos, para  poder ver con más claridad, y tener más luz y así guiar a nuestros hermanos por ese camino de salvación, y poder anunciar el evangelio con transparencia, sin hipocresías, tal  como Jesús quería que se anuncie esa noticia de salvación, hay de mí si no anuncio el evangelio, todos debemos asumir esa responsabilidad  para anunciar la buena noticia de salvación.


En definitiva, todos somos responsables, si no llega la buena noticia de salvación en aquellos lugares, como nos cuestiona Pablo en otro lugar: “¿Cómo, pues invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quién les predique? Así que necesitamos nuevos predicadores de esa gran noticia de salvación.

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