NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA

 “Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza”

Monteagudo 08/09/22

Todos estamos llamados a no perder la esperanza, esto viene gracias a Jesús que nos ha dicho, “ahí tienes a tu madre”, es ella la que vela por nosotros, sus hijos, estos hijos que muchas veces vamos de camino cansados, necesitados, queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Y eso queremos, que la luz de nuestra esperanza no se apague para que podamos llegar hasta Dios.

            Somos ese pueblo peregrino que no va solo, que va junto a María o María va junto a nosotros, animándonos para que no perdamos la esperanza de llegar a nuestro Padre Dios. Ella intervino en un momento de fiesta, de gozo, que se agotó el vino, pero acude a su Hijo para devolver la alegría a los novios y sus invitados, nadie perdió la esperanza gracias a María.

            Madre, fortalécenos en la esperanza. Que en este mundo que desea todo rápido, inmediato, que quiere resolver las cosas muy fácil y rápidamente, que se ve desesperado porque no consigue los resultados que espera, es muy fácil que pierda la esperanza y viva desesperado, que en realidad no nos dejemos robar nuestra esperanza. Por eso te decimos de todo corazón no nos sueltes de tus manos, no te alejes en nuestro peregrinar. Mira a tus hijos que caminan hacia ti, guíalos, acompáñalos. Además, debemos aprender de nuestra madre, ella cuando Dios la elige para este plan de salvación del mundo, guardaba todas esas cosas en su corazón, no se desesperaba y no buscaba soluciones inmediatas.

            En otra palabra, esta actitud, la esperanza, es muy importante para nuestro tiempo, ya que los rápidos cambios culturales y el intenso ritmo en el que se realizan las cosas, hacen que se vea perturbada nuestra vida interior, desde un imperativo materialista que nos fuerza a desviar la atención de lo esencial y de lo que le da sentido a nuestra vida.  Por ello, en medio de tantas prisas, hay que saber hacernos el tiempo y el espacio para dirigir nuestra mirada a Cristo, a la escucha atenta de su Palabra y, atesorándola, discernir cada momento que nos toca vivir, vivir desde la perspectiva de la esperanza: “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús”. (Ti 2,13).


            A pesar de que estamos viviendo momentos muy difíciles por las enfermedades, por tanta guerra y conflictos entre nosotros, en medio de tanto sufrimiento y dolor no perdamos la esperanza, acudamos a María, madre de la esperanza para que renueve hoy nuestra esperanza en Dios.

Por último, también la vemos al comienzo de la Iglesia, junto a los discípulos de su Hijo, acompañándolos y animándolos como madre de esperanza. Así nos enseña que, en los momentos de dificultad, cuando parece que nada tiene sentido, siempre tenemos que esperar y confiar en Dios. En palabras del Papa Francisco: “La volveremos a encontrar el primer día de la Iglesia, Ella, madre de esperanza, en medio de aquella comunidad de discípulos tan frágiles: uno había renegado, muchos habían huido, todos pasaron miedo (cfr. Hch 1,14). Pero Ella simplemente estaba allí, del modo más normal, como si fuese una cosa absolutamente natural: en la primera Iglesia envuelta por la luz de la Resurrección, pero también por los temblores de los primeros pasos que debía dar en el mundo”.

           

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