DOMINGO XXIVDEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)

 “Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fío de mí y me confió este ministerio”

Monteagudo, 11 de septiembre de 2022

Las lecturas de hoy giran todas en torno a la misericordia divina y a la fe de las personas.

En la primera lectura nos damos cuenta de la rebeldía del pueblo Israel, dicha rebeldía proviene de una falta de fe y de esperanza de su Dios.  Entonces ellos para asegurar su vida, necesitan hacer un becerro de oro, necesitan tener seguridad en un dios, por eso hacen un ídolo de fundición, es el pecado de la idolatría que el Señor condena, porque es un Dios muy celoso, es un Dios que no quiere rivales, quiere que el pueblo solo lo adore a Él. 

Gracias a su amor, su misericordia y su fidelidad a la alianza, Él se mantiene firme y perdona a su pueblo, porque lo que desea es salvarlo, para eso necesita de nosotros mismos para salvarnos, es por eso que vemos a Moisés intercediendo por su pueblo, para que el Señor deje a un lado las amenazas y perdone a su pueblo por confiar en los ídolos y no en el mismo Dios.

A lo largo de la Sagrada Escritura vamos a ir viendo esa actitud de Dios para con su pueblo a pesar que, su pueblo es de dura cerviz, Dios está ahí para seguir creyendo en su pueblo: ¿Cómo voy a dejarte, Efraín, como entregarte Israel…? “Mi corazón se me revuelve dentro a la vez mis entrañas se estremecen. No ejecutaré el ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque soy Dios, no hombre; en medio de ti, yo el Santo, y no me gusta destruir” (Os 11, 8-9). ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidase, yo no te olvidaré (Is 49, 15-16). “Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente (Lc 15,20).


Todos estos textos y muchos más, nos hacen ver ese amor que Dios tiene para con nosotros a pesar de ser hombres y mujeres que nos fiamos de nosotros mismos y de nuestras propias fuerzas y dejamos a un lado el amor y la compañía del Señor.

En la segunda lectura vemos a Pablo, un pobre miserable que está en busca de cristianos para condenarlos, y, sin embargo, Dios por ahí se mete en la vida de Pablo para poderlo salvar, nos damos cuenta que Dios apuesta por esta persona, que a lo mejor nosotros ya lo hubiésemos llevado a juicio y lo hubiésemos condenado por su maldad contra los cristianos.

Pablo manifiesta su agradecimiento con este Dios misericordioso y le dice: “Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fío de mí y me confió este ministerio”.  Dios se fía en el hombre a pesar de la miseria que podemos estar viviendo, Él se sigue fiando de nosotros a pesar de los frágiles que podemos ser, Pablo lo dice se fío y me confío este ministerio.  Algunas veces nos toca asumir grandes retos en la vida, en la sociedad y en la misma Iglesia, y pensamos que nos somos capaces, pero es Dios que se fía de nosotros y nos da una responsabilidad para que podamos ser como Moisés, ser puente para ayudar a otros que se salven, que lleguen a experimentar la misericordia de Dios.

Y en el evangelio nos encontramos con las tres parábolas de la misericordia, y nos damos cuenta que Dios siempre va a estar con los brazos abiertos esperándonos, que volvamos Él, podemos caer en la idolatría, podemos confiar más en el dios dinero o placer, pero ahí Dios nos va salvando porque todos sabemos que ahí no está la felicidad, ella está en Dios.  El hijo pródigo lo ha experimentado, el padre le ha dado todo lo que le pertenece, se lo gastó, al final se da cuenta que Dios es más grande que todas estas cosas materiales, y que la felicidad está en Él.

En definitiva, hermanos, confiemos en Dios, que Él sigue apostando por nosotros a pesar de nuestras infidelidades, así que hoy podemos renovar nuestra alianza de amor con Él.

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