DOMINGO IV DE ADVIENTO (CICLO A)

“José, Hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer (Mt 1, 20).”

Lima, 18 de diciembre de 2022

Estamos a la puerta de la navidad, seguimos dando pasos para llegar a contemplar ese gran misterio de Dios con nosotros. La virgen está encinta y dará a luz a Dios, el Enmanuel.

En la primera lectura, nos damos cuenta de que el mismo Dios, es el que nos va a dar una señal por medio de una doncella, una joven mujer que está en cinta y dará a luz un niño con nombre propio, Enmanuel, que significa Dios con nosotros.  Dios está en medio de nosotros, Él no nos abandona, Él siempre va a tomar la iniciativa para abajarse, el mismo Dios toma la iniciativa y se acerca, es una señal de Dios que va siempre a buscarnos para salvarnos.

En la segunda lectura san Pablo da continuidad al anuncio, no se quedó callado y comenzó a anunciar la buena noticia de salvación.  El mismo Pablo hace una síntesis de la historia de Salvación poniendo en medio a Jesús, al Enmanuel, el Dios con nosotros, por eso desea la gracia y la paz, vemos un Pablo que trasmite esa Paz a los creyentes de Roma.

¿Qué viene? Nos viene ese deseo de Pablo a los hermanos de Perú, esa paz que necesitamos para que nos podamos entender mejor como hermanos, que dejemos a un lado si somos rojos o verdes, de derecha o izquierda, somos hermanos, y si no nos vemos como hermanos, no va a reinar la paz entre nosotros.


La verdad es que, por encima de las numerosas noticias que nos vienen día a día e incluso de las que ahora mismo nos están agobiando, y por encima también de los adornos y fiestas navideñas, los creyentes nos estamos disponiendo a celebrar que Dios ha querido entrar en nuestra historia, y que quiere permanecer con nosotros y que, sobre todo en estos días, quiere hacer más tangible lo que un día nos prometió: yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos (M 28, 21). Esto es, sencillamente, la mejor fiesta que podemos imaginar y celebrar hoy a pesar de la crisis política que nos está tocando vivir.

En el evangelio de hoy, aparece una gran figura que durante el adviento ha estado callada y sale a relucir es en este cuarto domingo de adviento, su nombre es José, un hombre prudente y silencioso, que fue capaz de ser cómplice del Espíritu de Dios, para colaborar en este plan de salvar a la humanidad.

La vida de José se caracteriza por ser un hombre fiel y prudente, antes que María comenzara a vivir con él, ya se encontraba embarazada, y José fue tan prudente que no dijo nada, sino que asumió a María como esposa y la tomo como voluntad de Dios.

María otra figura importante en esta historia de amor, con su inocencia y humildad, asume también esa voluntad de Dios.  Ahora está Dios con nosotros gracias a ellos dos, que fueron capaces de asumir este gran reto que les encomendaba Dios para que le ayuden a salvar a la humanidad.  Gracias José y gracias María por darnos la vida de Dios por medio de su Hijo, gracias por esa gran misión, gracias porque no se echaron para atrás, sino que asumieron con fe y esperanza este gran proyecto de amor, su misión fue: guardar, defender, proteger y acompañar LA PALABRA, hecha carne que habitó entre nosotros, gracias a ustedes.

Oremos. Señor, en la puerta de tu venida, el gozo, el asombro y la alabanza llenan hoy nuestro corazón, como llenaban también el de san José, la figura silenciosa, pero elocuente del Adviento. Gracias por ello, Señor. Te pedimos que mantengas alerta nuestra fe en la oscuridad, porque ya está llegando Jesús, el Dios-con-nosotros.

 

 

  

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