La Ascensión del Señor (Ciclo A)
“Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas”
Seguimos avanzando en el tiempo pascual, y hoy el Señor sube al cielo, a la casa del Padre, como lo había anunciado la semana pasada. Pero nos ha prometido que no nos va a dejar huérfanos y que nos va enviar el Espíritu Santo, quien será que nos dará todo para poder continuar este proyecto de amor del Padre.
En la primera lectura, san Lucas nos hace una síntesis del tiempo pascual hasta este momento, y cómo fue preparando Jesús a sus amigos para poderse ir al Padre, y nos dice hoy a nosotros que no nos quedemos mirando el cielo, sino que asumamos la responsabilidad de ser propagadores de esta buena noticia, que seamos testigos y nos pongamos en marcha, que no nos quedemos con los brazos cruzados, sino que asumamos también nuestra responsabilidad de testigos.
La segunda lectura del domingo pasado nos decía que, tenemos que dar razón de nuestra esperanza, sin embargo, Pablo en la segunda lectura de hoy nos dice que el Espíritu Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama. Con esa promesa de Jesús, que es el Espíritu, que ilumine los ojos del corazón para comprender la esperanza, no está hablando de los ojos de la cabeza, sino del corazón, porque todo esto que estamos viviendo en este tiempo pascual se tiene que vivir desde el corazón, no de la razón, hay que mirar hacia dentro para que el Espíritu nos ilumine y podamos ser testigos de la Resurrección, pero testigos creíbles, no hablar por hablar, por tradición o por moda, sino porque realmente el Espíritu Dios me ha iluminado con su luz desde el corazón.
En el evangelio, Jesús se encuentra con sus once amigos en Galilea, en ese lugar de conquista, ese lugar del primer amor, y ahora les manifiesta que ellos son los responsables de continuar la obra del Padre. Ahora ya lo saben todo, ahora sí lo han comprendido, ahora la responsabilidad es de los once, por eso los envía aanunciar y a bautizar para que esta obra de salvación pueda llegar a toda la humanidad.
¿Y nosotros qué? Ahí está la gran pregunta. Gracias a ellos, que fueron testigos valientes y arriesgándoselo, esa gran noticia ha llegado a nosotros, y hemos recibido esa gran promesa de Jesús, el Espíritu Santo, ahora nosotros somos los responsables que otros se puedan beneficiar de este don tan grande y tan maravilloso. Ojalá podamos seguirlo anunciando y predicando para que llega a otros hermanos que necesitan de este regalo, el Espíritu.
Queridos hermanos, que asumamos con gran valentía y fuerza nuestra condición de bautizados, que dejemos demirar al cielo y que pisemos tierra para ponernos en marcha en una iglesia de salida, no quedarnos mirando solo la sacristía, sino que tenemos que ir por aquellos hermanos que no vienen a nuestra comunidad parroquial.
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