DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Lima 27 de agosto de 2023
El domingo pasado el tema central era la salvación para todo el género humano, sin excepción, lo central de hoy es reconocer a Dios como el único Dios que nos salva.
En la primera lectura, Dios va eligiendo hombres de buen corazón para que puedan guiar a su pueblo, por eso Dios, que te ha creado sin ti, necesita de ti para salvarte. Dios se vale del mismo ser humano para salvar a la humanidad; Él es el principio, origen y meta de la humanidad, por eso solo debemos alabarle.
Somos obra de Dios, somos obra de sus manos, Él nunca va a abandonar esta gran obra, por eso nos invita a confiar en ese Dios que nos salva por medio de su único Hijo, Jesús, por eso hoy nos debemos fijar en esos rasgos de Dios, unos rasgos que nos enseñan a confiar, esperar y amar.
El primer rasgo es la actitud del salmista que reconoce la misericordia de Dios, pero eso sí, también pide a Dios que no abandone la obra de sus manos; la obra de sus manos que somos cada uno de nosotros.
Todos tenemos que tomar esa postura del salmista, que somos hechos por Dios, que somos hechura de sus manos, pero nuestra condición humana nos puede hacer perder esa conciencia y nos puede llevar a actuar sin contar con la bondad y el amor de Dios, porque nos creemos más fuertes y que nos podemos salvar por nosotros mismos sin contar con Dios. Ya este mismo salmo nos habla del soberbio: El Señor es sublime, se fija en el humilde y de lejos conoce al soberbio. Hermanos Dios se fija es el corazón de cada uno, en el corazón de cada uno se encuentra el ADN de Dios porque somos obra de sus manos, pero ese ADN se puede ver afecto por nuestra soberbia y arrogancia ante Dios y ante los demás. Que el Señor hoy nos dé la humildad para que podamos siempre vivir desde Él.
El segundo rasgo es darnos cuenta de que entre nosotros y Dios hay un gran abismo de generosidad, debemos comprender que entre Dios y nosotros hay muchas diferencias, pero este Dios que nos ama infinitamente, nos hace caer en la cuenta que, debemos tener humildad para que podamos llegar a alabarle, no pretendamos alcanzarlo con nuestro propios méritos, sino que necesitamos de su gracia y su amor.
El tercer rasgo que me gustaría destacar es esa pregunta tan directa que nos hace Dios hoy a través de su Hijo, al preguntarnos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”, es una pregunta que merece una repuesta existencial, no una repuesta de libro o del catecismo, ni lo que nos han enseñado doctrinalmente, sino que es una repuesta que quiere Dios de cada uno de nosotros y tiene que ser del corazón, no repuesta memorizada desde niños. Para que realmente reconozcamos al Señor como Mesías, como salvador, como el Señor de Señores, que realmente Él nos ha creado, pero que siempre nos está salvando, por eso Jesús le pregunta a los más íntimos, quién dice la gente que soy yo, porque muchas veces veían a Dios, que les salvaba de las cosas de este mundo, por ejemplo del hambre, son cosas necesarias sí, pero son parte de nuestro ser biológico y psicológico, el Señor quiere que nuestra vida con Él sea teologal, que responda desde nuestra vida como hijos de Dios, no que busquemos a Dios o demos repuestas de nuestras necesidades y deseos, sino desde el Don desde el regalo porque Dios siempre se nos da, para la muestra un botón, se nos ha dado a través de su Hijo Jesús que hoy nos pregunta a cada uno de nosotros qué decimos de Jesús.
Definitivamente hermanos, el Señor hoy nos invita a reconocerlo como el hacedor y por supuesto el único que puede salvarnos, porque Él es como dice San Pablo en la segunda lectura: Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos, no perdamos la fe y la esperanza en él, ya que Él mismo nos da su salvación.
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