SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (B)

 


Invocamos a Dios: en el nombre del Padre, del Hijo y Espíritu Santo

Lima 26/05/2024


Comenzamos esta reflexión con unas preguntas que la encontramos en el Antiguo Testamente: ¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra? ¿Qué nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? (Dt 4,7).

Muchas veces decimos que Dios es un misterio y que nuestra cabeza no es capaz de conocerlo, pero hoy las lecturas nos enseñas que nuestro Dios es un Dios cercano, está cerca de nosotros, siempre que lo invocamos, además Jesús nos ha dicho: yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo, es decir, es un Dios que está cerca, que siempre camina con nosotros, que siempre nos va creado, nos va salvando y nos va defendiendo.

Es tanta su cercanía que tiene con nosotros, que al inicio de la creación nos ha creado a su imagen y semejanza, para que estemos con él, para que podamos caminar con él, para cooperemos con él, pero nuestra tentación o nuestro error es alejarnos de Él, nos escondemos de Él, por eso ya dejamos de ser cocreadores con Dios, porque si lo sacamos de nuestras vidas, sino nos alejamos del Él, comienzas los problemas entre los hermanos, ahí tenemos el conflicto de Caín y Abel, además comenzamos actuar al margen de Dios y ya olvidamos el amor originario que Dios nos tiene a cada uno de nosotros.

Este Dios Trinidad es un Dios creador que quiere sí o sí salvarnos o devolvernos la dignidad, nos regala a su Hijo que también es Dios, para que nos salve, y su Hijo nos regala el Espíritu, por medio del bautismo, para salvarnos y ayudemos que otros se salven.


Nuestro Dios se hace tan cercanos, que Él mismo se abaja por medio de la encarnación de su Hijo, se hace como nosotros, menos en el pecado, este Dios escandaliza, este Dios se humilla, se humaniza, con la sola intención de amarnos y salvarnos, este Dios es capaz de esta locura, tanto la cercanía y la muerte horrorosa en la Cruz, realmente este Dios es un escándalo para los que no creen en él, así que viene nuestro Dios haciéndose semejante a nosotros, solo para salvarnos por medio de su Hijo, para que seamos hermanos entre nosotros y además, hijos en el Hijo.

Esta obra de salvación no acabo en la Cruz ni en la resurrección del Señor, sino que se siguió y se sigue manifestado hoy, por nosotros los hombres y con un gran cómplice, que es el Dios Espíritu Santo, que es el defensor, que nos guía y nos ilumina para llevar a cabo esta obra de salvación.


Ese Espíritu paráclito el consolador, promesa divina de Jesús, en compañía del Padre es quien nos va guiando e iluminando hoy a nosotros los hombres de buena voluntad para llevar a cabo esta obra de salvación del Padre. Es regalo del Hijo que nos da para que sea él, el defensor y abogado de nosotros y de la obra de Dios, lo podemos corroborar con san Juan: “…cuando el Padre envíe al Abogado Defensor como mi representante —es decir, al Espíritu Santo—, él les enseñará todo y les recordará cada cosa que les he dicho. Todo lo que Jesús nos ha dicho y ha hecho en esta vida, el Espíritu nos va a ayudar a recodar.

Antes de marcharse al Padre, Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo, Espíritu de la verdad, que “procede del Padre” (Jn 15, 26) y que será enviado por el Padre a los Apóstoles y a nosotros, que somos el nuevo pueblo de Dios. A lo largo del peregrinar del pueblo de Dios, nos hemos dado cuenta, esa presencia del Espíritu como defensor, porque la Iglesia al largo de su existencia ha sufrido mucha persecución y dificultades, y ahí ha estado el espíritu defendiendo e iluminando al pueblo de Dios, para que se mantenga viva la obra del Padre.

 

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