SOLEMNIDAD DE NUESTRO PADRE SAN AGUSTÍN (B)

Volver al corazón

Lima, 28 de agosto de 2024 


El día de la solemnidad de nuestro padre san Agustín lo celebramos con gran gozo y alegría, 
un hombre que nos separa muchos siglos, pero su pensamiento y su ejemplo de vida cristiana se nos hace cercano al hombre de hoy.

La pregunta que nos puede surgir ahora es: ¿Qué puede decirnos nuestro padre san Agustín a la humanidad del siglo XXI? ¿Puede decirle algo san Agustín a los jóvenes? Veamos que sí. 


Una de las cosas que nuestro padre le puede sugerir y al hombre hoy es, por su puesto, la búsqueda o deseo de Dios, que late en el corazón del hombre. Sabemos que san Agustín es un buscador de Dios. Ha buscado a este Dios en la naturaleza, en la Iglesia, en la historia, en el hombre interior. Para Agustín, todos los caminos nos pueden llevar a Dios; sin embargo, eso sí deben llevarnos al hombre interior. Dice el mismo san Agustín: Mucha admiración me causa esto, y me llena de estupor: viajan los hombres para admirar alturas de los montes, las ingentes olas del mar, las extensas corrientes de los ríos, la inmensidad del océano y el giro de los astros; y se olvidan de sí mismos” (Conf. 10, 8,15).


San Agustín, que vivió esa experiencia de búsqueda, invita al hombre contemporáneo a no dispersarse en esa búsqueda de la verdad, a entrar en su interior, pues en el interior 
del hombre habita la verdad (uera rel. 72); y una vez encontrada la Verdad, a trascenderse a sí mismo, creyendo en quien es la Verdad, Cristo, y dando el asentimiento propio de la fe, pues solo la fe purifica los ojos del corazón, para poder ver bien. Solo se puede ver con claridad, con los ojos del corazón (en. in Ps. 26, 2,15), cuando estos han sido purificados con el colirio de la fe (Ioeutr. 2, 16). 

Otra idea que puede ayudar al hombre de hoy es su proceso de conversión. San Agustín es uno de los grandes conversos de la historia de la humanidad. La conversión es un proceso que se origina solo con la pura gracia de Dios. Agustín no se enorgullece, ni se aplica los méritos de este proceso de transformación o conversión; confiesa que pura gracia de Dios: Desde que me he vuelto a ti, fui renovado por ti, que me creaste; fui renovado, porque fui creado; fui reformado, porque fui formado. Desde el instante de mi conversión, aprendí que no precedieron méritos algunos míos, sino que me disté gratuitamente tu gracia, para que me acordase de tu sola justicia (en. in Ps. 70, 2, 2). 


La conversión es un proceso vital, pues el ser humano es un peregrino (conf. 10, 6), y cada día ha de ponerse en camino hacia la ciudad de Dios; cada día debe recomenzar su lucha contra todo aquello que tiende a apartarlo del camino que conduce hacia la verdadera felicidad y hacia la Vida. Todos los hombres tenemos que dar ese paso de conversión, que es volver a Dios, es buscar encontrarnos con el Pastor que siempre anda tras el rastro de esa oveja perdida. 

Para encontrar a Dios y para poder lograr esa conversión a Dios, necesitamos ser personas humildes, debemos sentirnos necesitado de Dios. Y Agustín, maestro de humildad, nos habla en este momento de nuestra historia personal, ya que mismo santo se reconoce pecador. La actitud humilde nos pone ante los ojos nuestras propias limitaciones, nuestra propia indigencia. ´

Sentirnos pobres y necesitados de Dios es un gran paso para poder tener ese encuentro con Dios. El hijo prodigo se vio necesitado de Dios, y de ahí partió toda su conversión hacia a Dios. La clave para encontrarnos con ese Dios que sale a nuestro encuentro es ser humildes. Al encontrarnos con Él, diremos como el santo: Te busco para encontrarte, y te encuentro para seguirte buscando con mayor ardor.

En definitiva la búsqueda, la conversión y otras cosas más nos puede sugerir nuestro padre san Agustín, a pesar las distancia que nos separa, que podamos juntos aprender de este hombre que es un fuente inagotable de sabiduría. 

Que sigamos buscando juntos, y de este modo que podamos llegar a tener todos una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia a Dios.

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