DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

 

“¡Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todo su espíritu!”.

Monteagudo, 26 de setiembre de 2021

Antes, durante y después de Jesús seguimos marcando diferencias entre unos con los otros, si son o no son de los nuestros, hoy las lecturas nos destacan eso y qué realmente debemos hacer.

Profeta del Reino

En la primera lectura, la figura de Moisés es la que aparentemente tiene el permiso o el Espíritu para predicar, pero hay algunos que no son de esos elegidos por Moisés para este encargo, han estado predicando también en nombre de Dios, el espíritu de Dios actúa donde quiera, como quiera y con quien quiera, así está pasando ahora con estos dos hombres, que no habían sido elegidos del grupo, pero el espíritu de Dios los ha poseído.

En el evangelio sucede lo mismo, el Espíritu de Dios se posa sobre otros, para que anuncien, y a los discípulos de Jesús, les da celos, porque otros, que no son del grupo, ahí están anunciando la buena noticia, y se lo quieren prohibir, pero Jesús que posee el Espíritu de Dios les manda a que no se lo prohíban, al contrario, si no están contra él, eso quiere decir que están a favor suyo. 

Como decía al inicio, estas diferencias entre nosotros, siguen todavía, en el interior de la Iglesia y fuera de la Iglesia, algunos nos podemos creer que somos dueños de la Verdad, que somos elegidos y tenemos el espíritu de Dios y los otros no, todo esto nos trae conflictos entre nosotros.

El Espíritu de Dios
La vida del Espíritu de Dios es muy diferente a la vida, de nuestras normas y costumbres, dejarnos llevar por criterios solamente humanos, caemos en encerrarnos en nosotros mismos, mirar a los otros como los malos, que no poseen el Espíritu de Dios, sino solo nosotros que lo hemos recibido por el bautismo.

Tened cuidado con estos criterios que algunas veces nos llevan a la violencia y a las injusticias, que destaca hoy el apóstol Santiago en la segunda lectura. Caemos en estas injusticas cuando no nos sentimos hermanos, cuando realmente todos sean de los nuestros, del mismo equipo, que es la gran familia de Dios, ahí ya no habrá más diferencias e injusticas entre nosotros, pero si comenzamos a decir, este no pertenece a nuestra élite, no pertenece a nuestro grupo, a nuestra Iglesia, ahí vienen esas grandes injusticas y divisiones entre nosotros, no nos sintamos dueños del Espíritu, sino colaboradores de Él.

Él sopla donde quiere, cuando quiere y como quiere, que para eso es Dios


Dejémonos empapar por el Espíritu de Dios, que da unidad, fraternidad, que no genera división ni odios, sino paz, amor, confianza, hace nuevas las cosas, y donde no marcamos diferencias unos con otros, sino que todos nos vemos como hermanos, hijos de un mismo Padre y así formaremos una sola alma y un solo corazón dirigidos a Dios. Esta es nuestra fe como creyentes.

En definitiva hermanos, el Señor nos ha regalado su Espíritu, pero también nos ha regalado nuestro cuerpo para que podamos colaborar con todo, para formar un suelo cuerpo y un solo Espíritu, por eso si tu ojo, te hace pecar sácatelo…, los ojos se han hecho  para mirar y contemplar las maravillas de Dios, y por supuesto para tener visiones y ver las grandes injusticias, así como fue capaz el apóstol Santiago de verlas en su momento, nos ha dado unas manos, no solo para golpear o romper la unidad, sino las que nos llevan a darnos una mano cada uno a pesar que no pensemos  igual, o no profesemos la misma fe, además nos ha regalado los pies, para que juntos podamos caminar en la unidad y esa búsqueda de la verdad juntos.

           

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