SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (Ciclo C)

 

“Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.”

Lima, 20 de noviembre de 2022


Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de Jesucristo, rey del universo, con esta solemnidad cerramos el año litúrgico. Durante el año hemos hecho un largo camino que nos trae hasta aquí, es el momento de hacer un balance de nuestra vida, de cómo hemos experimentado nuestro peregrinar, y decirnos si realmente estamos ya preparados para ese gran encuentro con Jesús.

En la primera lectura, vemos la labor que hace el rey, que actúa con criterios de Dios, no se deja llevar de sus necesidades, sino que se deja llevar por el Espíritu de Dios. Está para hacer de puente entre Dios y los hombres, para que los hombres puedan tener a alguien que les oriente y les guie por esos caminos que llevan a Dios.

En la segunda lectura, san Pablo nos muestra en unos de sus himnos cristológicos, esa presencia majestuosa de Jesús, ya que Él es el primero en todo, donde ha residido todas las cosas, las del cielo y las de la tierra: Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Para que pueda haber salvación debemos estar unidos a la cabeza, que es Cristo, creer en Él, confiar en que Él ha venido para darnos vida y vida en abundancia, este nuestro Dios, nuestro rey, que nos ha dado la plenitud de la vida.

En el Evangelio vemos a un rey, que no tiene aspecto humano, que su trono es la Cruz, que su corona es de espinas, que sus dos súbditos que tiene a su lado, también están condenados a muerte, un rey que se le ve débil, sin poder, sin fuerza para salvarse él y a los otros que están a su lado.  Pero así es el poder de nuestro Dios, se manifiesta débil, pero en la debilidad es donde está la fuerza del Padre, el Padre hace que su Hijo, pueda ser coronado después como el gran rey, el salvador de la humanidad.


El reinado de nuestro Dios, algunas veces lo podemos ver y esperar como los reinos de este mundo, donde abunda el poder, la fuerza, la injusticia, la explotación, un reino donde se marca la tiranía, todos aquellos valores anti-reino, en cambio, el reino de nuestro Dios, se manifiesta desde la humildad, de lo poco pomposo, de la sencillez, de la no violencia, desde esa fragilidad que nos garantiza la vida plena con Dios, porque nuestro Dios es de vivos, no de muertos.

En verdad, que esta manera de ver a este nuestro reino, no coincide con nuestra lógica: “El rey los judíos”. Pero resulta que el trono es una cruz; su lógica no es la de este mundo. De hecho, en su mismo trono, y camino de él, ha sido objeto de burlas y ultrajes. Incluso ya clavado en la cruz, donde aparecen dos bandidos ajusticiados con él, uno de ellos el buen ladrón, que fue capaz de robarle el corazón a Jesús al final de su vida.

Hermanos, hoy cerramos el año litúrgico, la Iglesia nos ha regalado un año más para caminar por la vida con Dios, pero nos podemos preguntar, si le decimos a Jesús que se acuerde de nosotros, ¿qué nos diría?, hoy mismo estarás conmigo, o nos dirá no eres parte de este reino.  Ojalá que hoy sea el día de nuestra salvación, este es el día que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo, porque hoy nos está salvando nuestro Dios. Necesitamos escuchar aquellas palabras de salvación: Hoy tengo a mano mi salvación. No necesito esperar a mi último día, hoy puedo reconocerle como mi Rey y expresarle mi deseo de estar con Él siempre, hoy puedo poner mis ojos en la cruz si me está tocando sufrir, y mirar hacia Él con esperanza, esperando que no me deje solo, que lo sienta ahí, al lado.  Que esas palabras de Jesús: hoy mismo estarás en el paraíso, sea un consuelo y esperanza para todos nuestros hermanos que sufren.

 

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