V DOMINGO DE CUARESMA

 


“Lázaro nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo”

Lima 26/03/2023

En estos últimos domingos de cuaresma, el Señor se ha venido manifestado como el agua viva, como la luz del mundo y hoy se nos presenta como la vida, Él es la vida y la resurrección.


En la primera lectura, nos coloca la imagen del sepulcro, algo que simboliza la muerte, tristeza, dolor, sufrimiento, pero en medio de todo esto negativo, aparece el soplo de Dios.  La fuerza del mismo Dios, aparece con su mano poderosa para abrir nuestro sepulcro, y nos infunde su aliento, su espíritu, para darnos vida, igualmente como cuando en el libro del Génesis, que nos había hecho con barro y después sopló su aliento para darle vida al barro, así es nuestro Dios: un Dios de vida, no de muerte.

En el salmo escuchamos al salmista que grita, con confianza a Dios, diciendo: “desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor Escucha mi voz”, es un grito de esperanza, porque sabe que Dios le va a escuchar en medio de la oscuridad, en medio del dolor, del sufrimiento.  Así tiene que ser nuestra oración, de súplica, de confianza y de esperanza, porque mi vida espera en el Señor, espera en su palabra, tenemos que esperar en el Señor como el centinela a la aurora.

En la segunda lectura, san Pablo nos recuerda que no estemos sujetos a la carne, sino al Espíritu de Dios, porque el Espíritu de Dios es el que nos da vida.  Nosotros por el bautismo ya estamos injertados en el cuerpo de Cristo, que es quien nos da vida, por eso debemos vivir según el Espíritu y no según la carne, tenemos que morir al pecado para que podamos resucitar con el mismo Cristo, ya que hemos sido incorporados a la vida plena con Dios, gracias a Cristo y al Espíritu.

Si nos fijamos en el evangelio, toda la narración de la muerte de Lázaro tiene un solo fin, ya que, con este acontecimiento, se va a manifestar la gloria del Padre, porque Dios por medio de Jesús le va a devolver la vida a Lázaro, después de llevar cuatro días muerto, una forma de saber esperar en el Señor, no nos debemos desesperar, sino confiar y esperar en Él, que es el dueño de la vida, y que él tiene la última palabra, no la muerte.


Hermanos nos toca a cada uno de nosotros como creyentes, no sacar a Dios de nuestra vida y del seno familiar, porque cuando sacamos a Dios de nuestra vida, nuestros hermanos se mueren, huelen mal, porque Dios no está presente, las dos hermanas de Lázaro han dicho lo mismo: si tú hubieses estado aquí, mi hermano no hubiera muerto.  Así es cuando Jesús, o mejor dicho Dios no está en el seno familiar, nuestros hermanos mueren. Que podamos creer y confiar siempre en el Señor, esperando su misericordia.

En definitiva, hoy el Señor nos enseña que a pesar de las situaciones que podamos vivir, de muerte, de sufrimiento, de soledad, tristeza y dolor, es ahí donde Él aparece para darnos esperanza y sobre todo para darnos vida y devolvernos la alegría y la condición de hijos de Dios, que podamos seguir creyendo, esperando y amando como Marta y María, que a pesar de la situación de su hermano, no perdieron la fe, la esperanza ni el amor.

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