DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

 

“El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará”.

Lima 02/07/2023


En la primera lectura, nos damos cuenta de los gestos de una mujer rica con Eliseo, primeramente, le brinda comida y después lo acoge en su casa construyéndole una habitación.  Dos hechos concretos que hoy en día están ausentes en nuestra sociedad, ¿quién es capaz de brindarle o invitar a comer a un extraño a su casa? O ¿Quién es capaz de hacer una habitación para que pase la noche un extranjero o un pobre? Seguramente que nos da miedo hacer estas cosas, pero, cuando somos solidarios, generosos, hospitalarios, esos gestos de amor, el Señor siempre nos lo paga con creces.  Sabemos que, en la cultura judía, sentar a alguien a la mesa era un gesto de intimidad, de acogida, de cariño, de ofrecimiento personal. Ella es rica, es decir, tiene su vida resuelta, le va bien, tenía una buena posición y algún prestigio social, y por tanto se las apañaba por sí misma.

La repuesta de Dios a esta mujer generosa que no podía tener hijos, ya que su esposo era viejo, es que la ha bendecido con un hijo.  Así es nuestro Dios con todos aquellos que son generosos con los emigrantes, los pobres, las viudas y los huérfanos, hermanos aprendamos de esta mujer rica, que siendo rica ha sido generosa.

En la segunda lectura, san Pablo nos vuelve a recordar nuestra condición de hijos por el bautismo, y nos deja esa confianza de esperar en el Señor, que gracias al bautismo podemos vivir a la plenitud de la vida, por eso tenemos que vivir una vida nueva, porque ya la muerte, el dolor y el sufrimiento han sido aniquilados por Dios al resucitar a su Hijo, por eso somos nuevas criaturas, somos hombres nuevos, hay una nueva vida en nosotros. Ojalá podamos vivir así, como nuevas criaturas.


En el evangelio, el Señor hace dos domingos atrás nos pedía orar por las vocaciones, por sus seguidores, discípulos; el domingo pasado nos decía que no tengamos miedo. Hoy nos invita a una vida más radical, que lo sigamos, dejándolo todo, por esta razón pedía que oremos y que no tengamos miedo, para llegar a exigirnos más, dejarlo todo por él, hasta a nuestros padres.

En realidad, que el Señor es bastante exigente y radical, ya muy bien lo decía santa Teresa: “Señor por eso tienes pocos amigos”, por tu exigencia al seguimiento. Lo que quiere el Señor es que siempre Él esté por encima de todo, para eso es Dios. Muchas veces  no tenemos el amor ordenado, porque amamos más a los padres o a los hijos más que a Dios, y lo que Dios quiere es que lo amemos al Él más que a nadie, por eso Jesús nos invita a seguirle con esa condición.


Además, el evangelio, nos invita a tomar los mismos sentimientos de aquella mujer rica de la primera lectura, siendo generosos y solidarios con los demás, ya que, “el que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.” Cuando somos generosos, desprendidos, cuando somos capaces de compartir nuestra comida, nuestro hogar, nuestra agua, se manifiesta la generosidad de Dios, nunca nos faltará nada, porque se lo estamos haciendo al mismo Dios, y este será nuestro juicio final.

En definitiva, que podamos ser capaces de dejarlo todo por Jesús y que seamos desprendidos para que así podamos ser generosos y solidarios con nuestros hermanos.

 

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