DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)
“Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas”
Lima, 10 de agosto de 2025
El evangelio de hoy nos da varias pistas para vivir en el mundo con la perspectiva del Reino, y nos muestra cuál es la misión para llegar a no perder esa visión que es el Reino de Dios.
Lo primero que nos dice es que no tengamos miedo, que confiemos en Él, que tengamos fe: “No temas, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino”. Vivir sin miedo, confiando siempre Él. Podemos hacer una relectura tanto de la primera y la segunda lectura, ya que, en la primera lectura, nos damos cuenta de esa certeza de la presencia de Dios con el pueblo elegido, que Dios siempre nos ha acompañado y nos sigue acompañando en este peregrinar. Por eso el pueblo de Israel siempre supo que Dios fue el que lo liberó de la esclavitud, y esa herencia la hemos recibido nosotros. Es más, es la fe la que nos abre el camino y acompaña nuestros pasos a lo largo de la historia.
La segunda lectura, nos presenta a nuestro Padre de fe, Abraham, un hombre que siempre puso su confianza en el Señor, un hombre que se apoyó siempre en Dios y en todo lo que Dios le iba manifestando, él se fiaba de su palabra.
La segunda lectura, nos presenta a nuestro Padre de fe, Abraham, un hombre que siempre puso su confianza en el Señor, un hombre que se apoyó siempre en Dios y en todo lo que Dios le iba manifestando, él se fiaba de su palabra.
La fe es el fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve, dice la carta a los hebreos, pero de verdad que necesitamos esperar, y confiar siempre con esa certeza del actuar de Dios.
Lo segundo es que avancemos despojados de todo, que vendamos los bienes, si nos llenamos de tantas cosas, al final se nos hace pesado ese caminar hacia el reino de Dios.
La tercera pista podría ser tener ceñida la cintura y estar vigilantes, esto quiere decir que estemos siempre dispuestos, que siempre estemos preparados para recibir al Señor, que ceñirse la cintura es como estar siempre remangados para salir a socorrer y a colaborar con Dios.
Lo que recibimos en el bautismo es un vela o cirio, que nuestros padres y padrinos encienden, ellos son los responsables para que nuestra vela de la fe no se apague, ellos son los responsables si estamos vigilantes con la vela encendida, y todos debemos estar pendientes de, si nuestros hijos o ahijados están yendo por ese camino de la luz, que es el camino de la fe y la esperanza.
Que el día de hoy cada uno de nosotros avive la fe que recibimos del bautismo, volvamos a encender esa vela para vivir en la luz y no en las tinieblas, que estemos vigilantes, y cuando venga el Señor nos encuentre bien dispuestos y con la cintura ceñida para salir al encuentro de Dios y de los hermanos, que tengamos esa capacidad de compartir la fe con nuestros hermanos. Algunas veces recibimos el bautismo y llegamos hasta ahí como un acto social, y no nos damos cuenta de que la fe se practica, la fe se proclama a los demás, en realidad nos cuesta hablar y compartir nuestra experiencia de Dios, nuestras inquietudes religiosas, nuestra oración, las motivaciones profundas de nuestras decisiones, nuestras dudas y búsquedas... cuando resulta que la fe cristiana es esencialmente comunitaria.
En definitiva, no perdamos la visión del reino, vivamos la fe con gozo siendo seguidores de Jesús, y mostremos al mundo de hoy que solo quiere vivir sin Dios, que sí se puede seguir creyendo, esperando y amando.




Creer, esperar y amar.
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