DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
“He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo”
Lima, 17 de agosto de 2023
La palabra de Dios como siempre es bastante fuerte y comprometedora, hoy Jesús manifiesta que ha venido a traer fuego, y ojalá que arda y además dice que no ha venido a traer la paz, sino división
En realidad, quien se disponga a vivir el evangelio será una persona como el profeta Jeremías y como Jesús, seremos signo de contradicción:
En la primera lectura vemos que el profeta Jeremías ha sido condenado a muerte y su pueblo lo quería desaparecer, ya que es una persona que les complica la vida, él solamente quiere llevarlo por los caminos del Señor, pero no se dejan, les cuesta hacer la voluntad de Dios. Por su actitud el profeta cae mal, y los otros lo quieren anular, ya que su voz es un fuego devorador. El profeta no murió gracias a la sensibilidad del rey, que le salvó la vida. El profeta estando sumergido en lo más profundo del pozo el rey lo sacó por medio de tres hombres.
Nos damos cuenta de que, en este caso el profeta ha podido salir de esta situación dramática, al igual que Jesús al ser enterrado en lo más profundo de la tierra, ahí Dios Padre le ha devuelto la vida. Por muy complicada que veamos nuestra vida, no perdamos la esperanza que Dios Padre nos quiere salvar.
La vida no es complicada, quienes la complicamos somos nosotros, por querer hacer muchas cosas que en realidad no son necesarias para la salvación. Algunas veces vamos cargando nuestra mochila de peregrinos, y ese peso no nos deja avanzar con libertad hacia la patria.
La vida no es complicada, quienes la complicamos somos nosotros, por querer hacer muchas cosas que en realidad no son necesarias para la salvación. Algunas veces vamos cargando nuestra mochila de peregrinos, y ese peso no nos deja avanzar con libertad hacia la patria.
San Pablo hoy nos da un consejo para llegar hasta la meta, que renunciemos a todas aquellas cosas que nos estorban, de un modo especial el pecado. Es el pecado que nos aleja del camino y no nos dejar llegar, no podemos perder la vista en Dios, tenemos que mantener los ojos fijos en el Señor esperando su misericordia, para que Él mismo nos ayude a llegar a la meta, ligeros de equipaje y presentarnos, así mismo como hemos venido a este mundo, sin nada.
En el evangelio, Jesús con todo el realismo nos dice, que no pensemos que Él ha venido a traer la paz, sino la guerra, así que ahora se nos complica más la vida, porque Jesús siendo el Hijo de Dios nos dice esto, nos desmotiva a seguir viviendo y seguir al Padre. Eso sí, Él nos manifiesta que ha venido a traer el fuego y su mayor deseo es que arda, ah, esto es otra cosa, lo que nos trae el Hijo de Hombre es el fuego del Espíritu y el fuego del amor, y cuando este fuego comience a arder en nuestra vida y en nuestra sociedad pueden cambiar muchas cosas, ya que nos podremos tomar la vida más en serio y además con mucha pasión, porque va a ser orientada por el fuego del Espíritu. Cuando nos dejamos guiar por ese fuego del Espíritu Santo, con nuestra vivencia de fe, tan radical, crea conflicto desde ya en nuestra vida, comenzando por casa, por nuestros familiares.
En definitiva, hermanos no nos dejemos apagar el fuego del Espíritu y del amor, sigamos ardiendo con voz de profeta, aunque acabemos como el profeta Jeremías y como Jesús, aislados y abandonados, pero sin perder la esperanza que este proyecto es del Padre y no de nosotros, nosotros somos siempre instrumentos, tenemos que ser fuegos devoradores para purificar la sociedad y purificarnos a nosotros mismos.
En definitiva, hermanos no nos dejemos apagar el fuego del Espíritu y del amor, sigamos ardiendo con voz de profeta, aunque acabemos como el profeta Jeremías y como Jesús, aislados y abandonados, pero sin perder la esperanza que este proyecto es del Padre y no de nosotros, nosotros somos siempre instrumentos, tenemos que ser fuegos devoradores para purificar la sociedad y purificarnos a nosotros mismos.





Tenemos una oportunidad de oro para ser colaboradores al transmitir la conciencia de lo que somos por pura gracia: Su creación más amada. Nuestra parte será transmitir y propagar el fuego que llevamos dentro; si lo alimentamos, podremos satisfacer el deseo que lleva Cristo en su interior: Ojalá el mundo ya estuviese ardiendo en amor.
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