DOMINGO IV DEL TIEMPO DE CUARESMA (Ciclo C)

 

El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua (Jos 5, 9a. 10-12).  

Monteagudo, 27 de marzo de 2022

 


Este cuarto domingo de cuaresma se caracteriza por una alegría por entrar en la tierra prometida para celebrar la pascua, y una alegría por un hijo que estaba perdido y ha vuelto al hogar.

En la primera lectura vemos al pueblo de Israel que se responsabiliza de su vida, está feliz porque se encuentra en el lugar prometido por el Señor.  Ya ha pasado de la esclavitud a la libertad, están ahí, comiendo y bebiendo de su propia cosecha, ya no comen el maná, que es el pan dado por Dios, ahora ellos mismos se han hecho responsables de su sustento, están trabajando y viviendo de su esfuerzo, solamente le toca decir como el salmista: Gustad y ver que bueno es el Señor, disfrutar de lo trabajado, y eso da gozo y alegría.

En la segunda lectura, nos damos cuenta que, por el bautismo somos criaturas nuevas.  Lo viejo ha terminado, ahora comienza lo nuevo, y además tenemos el sacramento de la reconciliación para poder recuperar esa nueva criatura, ya que, muchas veces por nuestra condición humana, volvemos a caer y retornar al hombre viejo.   El Señor quiere que nos configuremos con Él, que cada vez más nos cristifiquemos.  El sacramento de la reconciliación, es un sacramento de alegría, y en este tiempo de cuaresma la Iglesia nos brinda de nuevo esa oportunidad de reconciliarnos con Dios.

Y el evangelio es el que más destaca ese ambiente festivo, ese momento de alegría. El padre hace una gran fiesta porque ha recobrado la vida de su hijo menor, que se había ido de casa con plena libertad, y se ha dado cuenta que la vida no va por ahí, de banquetes y de juergas desmedidas. Las fiestas, los banquetes son buenos, pero cuando se pierde el gozo, la alegría, la paz y la libertad, no son fiestas que te llevan a la vida plena, sino que te hacen perder el horizonte.


Hoy el Señor nos hace una fiesta, una fiesta que es muy diferente a la fiesta que nosotros solemos montar, que mayormente son fiestas que no calan en el corazón, sino que responden a otros intereses, en cambio, la fiesta que nos prepara el padre de la parábola es una fiesta de hogar, de familia, donde están todos unidos celebrando la llegada del hijo que estaba perdido, es una fiesta de gran alcance del corazón, excepto el hijo mayor, que le entran los celos, porque el padre con él nunca ha celebrado un banquete.

Hermanos, en este camino hacia la pascua definitiva que es la gran fiesta que nos tiene preparada Dios, nos puede pasar como el hijo menor, marcharnos y coger otra ruta, pero Dios, por medio de las necesidades humanas, se mete en nuestra vida para recuperarnos o salvarnos, en este caso es por el hambre que se vale Dios para que podamos acudir de nuevo a Él.  Dios se va valiendo de estas cosas tan humanas para que podamos volver a su casa y cambiar nuestro rumbo y celebrar juntos el ser hijos de Dios.


Este es nuestro Dios que busca salvarnos, que siempre buscará la forma de salvarnos, aunque nosotros pongamos nuestras resistencias, ante Dios no nos podemos poner máscaras, el hijo menor, no pudo y el hijo mayor menos, pero Dios nos respeta y nos ama tal cual somos, solo espera que nos dejemos amar por Él.

 

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