DOMINGO DÍA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (CICLO C)

 «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»

Monteagudo 28/05/2022

           


Partimos de la realidad de la vida, cuando alguien se va de casa o se va de este mundo a la eternidad, siempre deja recomendaciones, o mejor dicho deja un testamento por escrito o verbalmente. Sabemos que Jesús también antes de volver de nuevo al Padre deja un testamento, unas indicaciones a sus amigos más íntimos, indicaciones que también son para nosotros.

            Después de la muerte de Jesús ha venido la resurrección y esto ha hecho que Jesús esté presente en varios momentos con sus amigos.  En esos encuentros fue dándoles esas recomendaciones, una de ellas fue ir preparando este momento de su partida al Padre, pero él mismo les dijo a sus discípulos, que esto es lo conveniente, porque Él nos va a enviar el Espíritu Santo, el cual, nos va a iluminar y nos va a acompañar siempre en el nuevo Pueblo de Dios.

            Ese mismo Espíritu nos dará el Espíritu de sabiduría y revelación, para conocer al Padre. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los creyentes.


            Esa herencia que hemos recibido de Jesús, no la tenemos que esconder, no la tenemos que guardar, no nos tenemos que quedar con los brazos cruzados, ni mirando a los cielos como se quedaron los Galileos, sino que, nos impliquemos en la vida, que nos pongamos a trabajar por el Reino, que le ayudemos a Dios a restaurar este reino, que vayamos a anunciar la buena noticia, que proclamemos a los cuatro vientos esta gran noticia, que Dios sigue vivo, que está presente en nuestra vida, que no perdamos la esperanza, que confiemos en Él. Vayamos.

No tengamos miedo, Jesús nos acompaña con su Espíritu para que nosotros en realidad seamos sus testigos.  Cuantos hermanos necesitan realmente de auténticos testigos que den la vida por los demás, cuantas personas esperan ver amigos de Dios, cuantos hermanos que están sufriendo y han perdido la esperanza.  Somos nosotros los que hemos recibido ese testamento de Jesús y lo tenemos que llevar a aquellas personas para que recuperen la esperanza en Dios. Ya Dios te ha dado la fuerza del Espíritu a través del Bautismo y la confirmación, ¿qué estamos esperando de ir por todo el mundo a anunciarle? Seamos responsables de nuestra condición de bautizados.

          


  En el día de hoy podemos parafrasear de la primera lectura: ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo”. Id a vuestra casa, a vuestro trabajo, a vuestros vecinos y anunciadles esta gran noticia, que es la frescura del evangelio.  Hoy estamos invitados a dejar de mirar arriba y pisar tierra, abajarnos para que esa noticia llegue a todos. De verdad que ante tantas malas noticias que estamos recibiendo en los últimos días, que si la cantidad de muertos por el COVID, que si los muertos por la guerra de Ucrania, que si los muertos en la masacre en Texas, en EEUU.  Esta buena noticia, que Cristo vive, que Cristo está ahora a la derecha del Padre y nos regala su Espíritu, trae a la gente una esperanza nueva, además aporta luz, despierta la alegría, da un sentido nuevo a todo, nos anima a vivir de manera más abierta y fraterna, así que, somos nosotros los llamados a ser testigos de la resurrección del Señor.

            Finalmente, decir que Jesús a parte del mandato de ir a anunciar esa buena noticia de salvación, también tiene un gesto bonito de despedida con sus discípulos que es darles la bendición; en nuestra tierra cuando alguien se va de casa, nuestros padres nos dan la bendición, y en la eucaristía antes de irnos a casa el sacerdote nos da la bendición, hoy en el evangelio vemos ese bonito gesto de Jesús: “levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos”. Una bendición que los acompaña y nos sigue acompañando a esa gran misión encomendada de parte de Jesús. Hermanos confiemos en dicha bendición para que podamos seguir anunciando la buena noticia con esa confianza plena en el Señor.

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