DOMINGO V DE PASCUA (Ciclo C)

 

“Que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros”.

Monteagudo 15/05/2022

           


Seguimos en el tiempo pascual y tiempo de gozo y alegría, pero también de más compromiso y entrega de parte de los hijos de Dios.

            En la primera lectura vemos esos primeros líderes del movimiento cristiano que siguen animando a las comunidades a seguir perseverando en la fe, y la gran noticia se propagaba en otros lugares.  Además, había un clima de apertura, de disponibilidad, estaba la novedad del Espíritu Santo actuando en medio de la comunidad.

            En la segunda lectura vemos esa comunidad, pero desde la perspectiva escatológica es una visión de Juan, pero es la visión de cada creyente, de apuntar hacia esa nueva cuidad, la nueva Jerusalén, donde realmente Dios nos mantendrá unidos en el amor, viviendo con ese gran gozo y felicidad, donde ya no hay llanto ni dolor, para que podamos vivir plenamente en el amor.

            La clave para llegar a esa nueva cuidad, nos la ha dejado el mismo Jesús, ya que él es el camino, la verdad y la vida, él mismo nos muestra donde está la clave para llegar a vivir en unidad y en comunión en la nueva Jerusalén, para eso nos ha dejado el mandamiento del amor.

            Es el amor de unos hacia otros el verdadero distintivo, la señal indiscutible que Jesús quiere para todos los cristianos.  No nos equivoquemos, no es la cruz, ni los amuletos, ni los hábitos, ni las joyas mágicas, tampoco las prácticas religiosas, aunque sí sean importantes, porque si falta el amor todo lo demás es puro engaño o simple apariencia. Jesús quiere que nos amemos como él nos amó: como yo os he amado (v. 34). ¿Y cómo amó Jesús? Hasta el extremo (Jn 13,1), hasta ser triturado por nuestros crímenes (Is 53,5).


La vida y los gestos de Jesús fueron una muestra de amor para con todos, si nos fijamos en ese gesto de amor que hizo con sus amigos: lava los pies a sus discípulos (oficio de esclavos), trata con amabilidad a Judas en el momento de la traición a quien sigue considerando amigo; pone la otra mejilla a quienes le abofeteaban; es gentil con el agresor; perdona y disculpa a quienes lo crucifican. Jesús amó teniendo en cuenta a quien tenía delante, teniendo en cuenta sus alegrías, sus necesidades, sus satisfacciones, ayudando al necesitado, perdonando las ofensas, desterrando los odios y resentimientos. Lógicamente amó a quienes no lo merecían o lo rechazaban, y amó hasta el extremo.

Todos estos gestos de Jesús, nos invitan a que lo hagamos igualmente para con los demás.  Si realmente queremos ser hijos de Dios debemos actuar de la misma manera de Jesús, él quiere que nos amemos unos a otros.  Con este mandato que hoy nos vuelve a recordar la liturgia de la palabra, podemos preguntarnos de nuevo: ¿Por qué tantas guerras? ¿Por qué tanto odio entre nosotros? ¿Por qué tanta indiferencia?


Así estamos hermanos, estamos en un bonito momento de la comunidad eclesial que es el tiempo pascual, un tiempo de gozo y alegría, pero realmente estamos viviendo todo lo contario, por culpa de la guerra y de todos aquellos conflictos armados de nuestros hermanos que no han podido encontrarse con Dios, o han sacado a Dios de su vida, y han dejado a un lado el amor.  Así que nos toca a los que queremos seguir a Jesús mostrar ese amor, o vivir ese mandamiento que nos ha dejado Jesús para que podamos vivir como hermanos, lo que desea Jesús es que nos amemos unos a otros como él nos ha amado, no que nos peleemos o que estemos en guerra, que intentemos vivir todos esos gestos y acciones de Jesús para que el mundo crea en nosotros y podamos juntos crear esa nueva Jerusalén, aquí en la tierra, donde no exista tanto llanto y dolor, ni sufrimiento entre nosotros.

 

 

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