FIESTA DE SANTA MÓNICA

 SANTA MÓNICA, MUJER DE FE, DE ESCUCHA Y ALEGRE EN LA VIDA COMÚN

 

    Querida familia, sobre todo, queridas madres mónicas, hoy día de nuestra madre Mónica quiero que nos fijemos en tres imágenes de nuestra Santa:

La primera imagen que quiero que traigamos en este momento es Mónica que va navegando en busca de su hijo.  Mónica yendo a Italia en búsqueda de su hijo Agustín, ahí durante el navegar Mónica mostró una gran confianza en Dios y una gran piedad, una fortaleza en Dios a pesar de las tempestades, ahí estaba Mónica animando a los marineros para que no perdieran la esperanza de llegar a puerto seguro.   Gracias a esa gran confianza y esperanza de ella, los marineros, todos aquellos hombres que iban en la embarcación, han experimentado ese navegar confiando en Dios, como lo narra el mismo Agustín: “ya había venido a mi lado mi madre fuerte por su piedad, siguiéndome por mar y tierra, segura de Ti en todos los peligros. “Tanto, que hasta en las tormentas que padecieron en el mar era ella quien animaba a los marineros, aunque suelen ser éstos quienes animan a los navegantes desconocedores del mar cuando se turban. Les aseguraba que llegaría con felicidad al término de su viaje porque así se lo habías prometido Tú en una visión”.

A nosotros hoy nos toca es tener esa fuerza y confianza en Dios, es decir, ser perseverantes y fieles a esa oración hacia a Dios.  Mónica con su perseverancia y su fe en el Señor, ha logrado que, tanto sus hijos y esposo llegaran a Dios.  

La segunda imagen en la que quiero que nos fijemos, es ver a nuestra madre Mónica participando en la liturgia, estando atenta a la escucha de la Palabra de Dios, ella, Mónica, escuchando la palabra de Dios en labios del obispo Ambrosio.  Dicha palabra ha permitido que Santa Mónica tuviera esperanza en la conversión de su hijo, además es la que le daba la fuerza para seguir amando a los demás, y conjuntamente a la palabra del obispo, ha logrado que Mónica cambiara algunos vicios, en definitiva, era una mujer ejemplar según lo narra nuestro padre Agustín; la palabra de Dios fue el alimento diario de Mónica para seguir creyendo, esperando y amando a Dios y al prójimo.


Luego, pues, que entendió que aquel insigne y apostólico predicador y prelado celosísimo de la piedad había mandado que no hiciesen ofrendas semejantes aun aquellas personas que sobria y templadamente las hacían, ya por no darles ocasión alguna de embriaguez a los destemplados y vinosos, ya también porque aquéllas, como honras funerales, tenían mucha semejanza con la superstición de los gentiles, pronta y gustosamente se abstuvo de continuarlas, y en lugar del canastillo lleno de frutos terrenos, aprendió a llevar a los sepulcros de los mártires su mismo corazón lleno de los más puros y fervorosos afectos, como también algo que pudiese dar a los pobres, para que así se celebrase la comunicación con el cuerpo de Cristo, a cuya imitación fueron sacrificados y coronados los mártires.

Pero me parece, Dios y Señor mío (y no me queda otra cosa acerca de esto en mi corazón, como Vos lo veis), que acaso mi madre no hubiera desistido fácilmente de aquella costumbre que debía atajarse si se la hubiese prohibido otro a quien no amase tanto como a Ambrosio, al cual por lo que cooperaba a mi salvación, amaba con muchísimo extremo. Él también la amaba por el método de su vida religiosísima y el fervor de espíritu con que se ejercitaba en buenas obras y frecuentaba la iglesia, tanto que muchas veces cuando me veía, prorrumpía en sus alabanzas, dándome la enhorabuena de que tuviese tal madre, no sabiendo él cuál hijo era yo, que dudaba de todas aquellas obras de piedad y no creía que se pudiese hallar el camino de la vida eterna”. (Conf. VI, capítulo II, 2).

La tercera imagen que quiero que nos fijemos en este día es en el jardín de Casiciaco,  donde Agustín ha tenido una experiencia fundante en su vida, para llegar a una conversión mucho más fuerte que las otras, al escuchar en su interior una voz que le invitaba a leer la palabra de Dios, y después que dicha palabra le lleva a una conversión más radical, se sintió lleno de alegría porque ha discernido que esta voz era de Dios, y por eso va y se lo cuenta a su madre: “Después entramos a ver a mi madre. Y le comunicamos todo y ella se llenó de gozo. Le contamos el modo cómo había sucedido, y saltaba de alegría y cantaba victoria.  Por ello Te bendecía a Ti, que eres poderoso para darnos más de lo que pedimos o entendemos, porque veía que le habías concedido, respecto de mí, mucho más de lo que constantemente te pedía con gemidos lastimeros y llorosos.  

porque de tal modo me convertiste a Ti, que ya no apetecía esposa ni abrigaba esperanza alguna de este mundo, estando ya en aquella regla de fe, y sobre la que hacía tantos años me habías mostrado a ella. Y así convertirte su llanto en gozo, mucho más fecundo de lo que ella había apetecido y mucho más caro y casto que el que podía esperar de los nietos que le diera mi carne. (Conf. VIII, 12, 30)

En definitiva, hermanas que rezan todos los días por su esposo y sus hijos, les invito que por medio de estas tres imágenes, podamos cultivar estas tres virtudes: primero que todo confianza fuerte en el Señor, sobre todo en la oración por sus familiares y amigos; lo segundo es estar siempre atentas a la palabra de Dios, cada vez que participamos en la Eucaristía, porque gracias a esa escucha atenta a la palabra de Dios de Mónica, se fue fiando más de Dios y fue cambiando su vida para ser testimonio de sus familiares; y por último, vivir con gozo y alegría celebrando nuestra fe, nuestra experiencia de Dios, que podamos compartir nuestras experiencias con Dios, ellas nos dan mucho gozo y alegría, sobre todo cuando lo compartimos con los demás.

 

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