DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Lima 05 de noviembre de 2023

El Señor nos sigue invitando a su proyecto de amor, y hoy nos da las pautas de cómo debemos actuar para que este proyecto se haga realidad, para que este reino comience a hacerse vida en nuestra historia.

La primera pauta es que nos mantengamos firmes a la alianza, que seamos fieles a este proyecto de amor que Dios tiene con nosotros, que no nos distanciemos de su amor.

En la segunda lectura san Pablo nos dice que tengamos esa ternura de madre para tratarnos como somos, hijos de Dios, que tratemos a los demás con cariño, así les podemos entregar el evangelio, es decir la buena noticia de salvación para que nuestros hermanos la acojan con alegría y la puedan llevar a otros lugares, como es, Palabra de Dios.


Jesús nos invita a vivir nuestra vida cristina desde la alegría, la entrega y el servicio y no convertirnos en profesionales de la religión, que dicen y no hacen, enseñan y no cumplen sus propias enseñanzas viviendo lejos de la realidad de la gente. Al contrario, se refugian en los cultos vacíos buscando honores y privilegios. Jesús nos quiere humildes y sencillos, todos somos hermanos y estamos invitados a construir juntos una Iglesia cada vez más evangélica y sinodal.

A Jesús no le gusta la hipocresía y el doble discurso, lo que sí le gusta es la autenticidad y la honestidad de la gente.  Los seguidores de Jesús tendremos que vivir con humildad, ser servidores de todos, no tenemos que presumir, si de algo tenemos que presumir es lo que tenemos, eso le pertenece a Dios.

Nuestra Iglesia necesita hombres y mujeres que vivan su fe. Precisamos maestros de vida. Necesitamos testigos capaces de transparentar en sus vidas el Evangelio de Jesús, y que encuentren palabras y gestos que narren al Dios de Vida a las personas que viven sus experiencias de alegría, dolor y esperanza en el hoy y respondan con amor a sus preguntas y necesidades.

Todos nosotros estamos para curar heridas, no para imponer cargas pesadas, la gente está con muchas cargas en su vida, nuestro deber es ayudarles a llevar su carga, no a imponerles más, todos somos hermanos, todos somos hijos de Dios y todos tenemos que arrimar el lomo en esta comunidad eclesial, porque todos somos importantes y necesarios para llevar adelante este proyecto de amor, esta alianza que Dios ha hecho con nosotros.

En definitiva, nuestra sociedad está cansada y agobiada por escuchar discursos lindos y hermosos, es la hora de testigos, es la hora de la verdad, sin tantos discursos sino auténticos testigos, que sus palabras coincidan con sus acciones y ayuden a transformar la sociedad de hoy. Nuestra Iglesia no necesita tantos moralistas minuciosos, ni liturgistas rigurosos, ni teólogos ortodoxos, sino que quiere ver creyentes verdaderos que,con su vida irradien un aire más evangélico, es decir, hombres y mujeres que vivan su fe. Necesitamos maestros de vida. Creyentes convencidos, no tradicionalistas. «Con su vuelta a lo esencial del Evangelio, con su cordialidad y sinceridad habrán hecho posible la “desintoxicación” de la atmósfera en la Iglesia» (L. Boros).


Que vivamos como hermanos, Jesús nos invita hoy y siempre que todos somos iguales, que todos somos hermanos, que entre nosotros no nos podemos llamar unosde una clase y otros de otra clase, no es eso lo que quiere Jesús, lo que desea es que seamos uno y que podamos caminar juntos como hermanos para construir una Iglesia más humana y más verdadera.

 

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