DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
“Velad, porque no sabéis el día ni la hora”
Lima 12 de noviembre de 2023
Estamos viviendo los últimos domingos del año litúrgico, y en este día, si queremos destacar algunas palabras que resuman esta reflexión serían: sabiduría, esperanza y prudencia.
En la primera lectura encontramos una alabanza a la sabiduría, sabiduría que se concreta en las personas, como es un regalo, entonces será para aquellos que el Señor se la quiera dar. Esta lectura nos invita a que salgamos a buscarla, porque el que la busca la encuentra, así que nos toca buscar esa sabiduría.
Sabiduría que no tiene nada que ver con la inteligencia o el intelecto. La persona sabía no es la que sabe mucho o tiene muchos títulos, sino más bien es aquella que sabe conjugar los tiempos, el sabio podría decir, es la persona que está bien conectada, pero está conectada a la fuente de la sabiduría que es Dios, por eso es libre, autónomo, sabe cuál es su identidad, está más seguro y disfruta de lo que es y hace, por eso sabe estar y además sabe saborear la vida y darle sabor a la vida de los demás. Ojalá que madruguemos a buscarla, como dice el refrán popular el que madruga Dios lo ayuda. Aprovechemos, que la sabiduría se deja encontrar y sale al encuentro del que la busca.
El segundo punto es la esperanza, que tiene que ver con la segunda lectura, esta semana hemos estado celebrado la conmemoración de nuestros hermanos difuntos, las reflexiones han sido de esperanza como nos invita hoy san Pablo, no podemos ignorar la suerte de los difuntos, debemos tener esa esperanza, “pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con Él”.
Esta es nuestra fe y nuestra esperanza. Y si queremos relacionar esta lectura con el evangelio, también tiene que ver con la esperanza, porque lo mejor que tenemos los cristianos es la esperanza, por eso no debemos de apagar nuestra esperanza, no podemos apagar ese anhelo a la vida eterna, tenemos que seguir esperando con el corazón encendido, lo más triste es cuando un creyente pierde la esperanza en Dios y en la vida eterna. Así que tenemos que mantener ardiendo nuestra esperanza en la vida eterna, es decir al banquete de boda en palabra del evangelio.
El último punto es la prudencia, que podríamos decir que tiene que ver con la primera lectura, porque la persona sabia es prudente, en cambio, los insensatos son necios, como estas vírgenes que no fueron capaces de llevar suficiente aceite para esperar al esposo, es decir no han sido prudentes.
Las personas prudentes son obedientes a la voz de Dios, pero si no somos capaces de escuchar la voz de Dios y ponerla en práctica seguiremos siendo necios. Si queremos ser hombres y mujeres prudentes en este tiempo no podemos dejar apagar la luz, luz que se mantiene encendida por el aceite que hemos recibido en el bautismo y la confirmación. Ese aceite es el que nos mantiene en vela, porque no sabemos ni el día ni la hora cuando vendrá el Señor para celebrar con nosotros ese banquete de boda. Velar no quiere decir estar ensimismados, o encerrado en sí mismo, sino es acción y actitud, todos sabemos que hay cosas que nadie puede hacer por nosotros, así que manos a la obra. Porque si caemos en la insensatez nos descuidamos, y lo que hacemos es ocuparnos en lo que no importa. Por eso la vida de los creyentes dormidos es una vida vacía, sin sabor, sin sentido, como nos gusta la comodidad, como aquellas vírgenes insensatas que les dicen a las prudentes que les den aceite de sus lámparas, que comodidad ¿verdad?
Así que, si nos quedamos solo con aquello que nos gusta o por lo más cómodo, nuestra vida se convierte sin sentido, sin sabor y seremos incapaces de darle sabor a los demás y no seremos signo o luz de esperanza para aquellos que necesitan de mi lámpara.
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