III DOMINGO DE CUARESMA

“Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud”.

Lima 03/03/2024

Seguimos avanzado en este camino cuaresmal rumbo a la pascua, y el Señor nos sigue dando su palabra para que nos ayude alimentarnos y poder perseverar hasta el final.


La primera lectura nos invita a confiar solamente en Dios, que no busquemos rivales a Dios, que evitemos la idolatría.   Muchas veces, nos construimos dioses a nuestras imágenes, a nuestros caprichos, y vamos olvidándonos del auténtico Dios que nos invita a amarle con todo el corazón y que tiene palabra de vida eterna. Tengamos en cuenta que nuestro Dios es un Dios celoso, así que debemos confiar en su mensaje de amor, en la alianza que ha hecho con nosotros. Naturalmente, esta antigua Alianza de Dios con su pueblo vale también para nosotros y para todos los pueblos.  Pero nosotros, los cristianos, debemos ser y sentirnos especialmente fieles a una Nueva Alianza, la Alianza que Dios renovó con nosotros en Cristo Jesús. El mandamiento nuevo de Jesús es amarnos unos a otros como el mismo Jesús nos amó a nosotros. 

Como vemos que Dios no quiere rivales, sino que el único Dios es el que quiere y desea que le amemos solamente a Él.   Ese celo se palpa en el mismo Jesús cuando se indigna con todas estas personas que le han dado otro sentido al templo; cuando Jesús llega al templo no encuentra gente que busca a Dios, sino comerciantes. Todo se compra y se vende. La religión sigue funcionando, pero nadie escucha a Dios. Su voz queda silenciada por el culto al dinero. Lo único que interesa es el propio beneficio. “Según el evangelista, Jesús actúa movido por “el celo de la casa de Dios”. El término griego significa pasión. Jesús es un «apasionado» por la causa del verdadero Dios y, cuando ve que está siendo desfigurado por intereses económicos, reacciona con pasión denunciando esa religión equivocada e hipócrita. Ve que el templo no le sirve a la gente para tener una intimidad con Dios Padre, sino para llenarse de dinero y poner su confianza en dios-dinero y no en el auténtico Dios, el Dios de Jesucristo. 

Pero nosotros no estamos lejos de esa misma realidad, ya que se nos hace muy fácil poner el corazón en otras cosas, por ejemplo, en el dinero, le rendimos culto y honor al dinero, y eso es lo que viene a echarle en cara a los mercaderes del templo: “El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde sólo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están mediatizadas sólo por intereses de dinero. Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios cuando uno solo vive buscando bienestar. No se puede servir a Dios y al Dinero” (J. A. Pagola). 


Hoy el Señor nos está invitando a adorarle en espíritu y en verdad, a rendirle culto a Dios Padre desde el corazón, que el nuevo templo es Jesús, su Hijo: El Dios que habita en Jesús es de todos y para todos. En este templo no se hace discriminación alguna. No hay espacios diferentes para hombres y para mujeres. En Cristo ya «no hay varón y mujer». No hay razas elegidas ni pueblos excluidos. Los únicos preferidos son los necesitados de amor y de vida. Necesitamos iglesias y templos para celebrar a Jesús como Señor, Él es nuestro verdadero templo.  

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