DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
“El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor”
Lima, 20 de octubre de 2024
Hoy quiero resumir las tres lecturas en tres S, ya que vemos en la primera lectura la figura del Siervo de Dios, en la segunda lectura la figura del sumo sacerdote y en el evangelio, quién es el más importante para Dios, el servidor de todos.
SIERVO DE DIOS: en la primera lectura se nos presenta esa figura del Siervo sufriente, pero no se trata de un sufrir por sufrir, sino un sufrir que tiene que ver con la redención o mejor dicho de la salvación, es decir, el sufrimiento de este siervo tiene sentido salvífico, no se sufre por sufrir o por masoquista, sino que tiene su sentido pedagógico.
Si este siervo que nos habla el Antiguo Testamento, lo actualizamos con la figura de Jesús, el mismo Jesús vivió y sufrió para nuestra salvación, Jesús vivió en su propia carne el sufrimiento que nos presenta la primera lectura hoy, ya que Jesucristo fue “triturado por el sufrimiento” y “entregó su vida como expiación”, tal como aparece en la institución de la Eucaristía: “Tomad, esto es mi cuerpo… esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos” (Mc 14,22-23); en definitiva, un Mesías que viniera a pasearse en medio del pueblo sin experimentar sus llantos no sería un verdadero liberador. Si Dios sufre con su pueblo, también debía sufrir su enviado.
SUMO SACERDOTE: otra figura que nos presenta la liturgia de la palabra hoy, tiene que ver igualmente con la persona de Jesús, pero de una forma nueva y con otro sentido, ya que en el interior de la carta de esta segunda lectura nos deja ver cuál es esa gran diferencia: Jesucristo “no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque (Jesucristo) lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hb 7,278). Entre el sacerdocio de Jesús con el antiguo sacerdocio hay continuidad, pero también hay discontinuidad o, mejor dicho, actualización: en cuanto a la continuidad se sigue usando la terminología de sumo sacerdote, y con lo que atañe a la discontinuidad, está que Jesús es el único y sumo sacerdote, que no necesita ofrecerse por sus propios pecados, sino que su ofrecimiento es para los demás, no para sí mismo.
Es así como hablamos de un “sacerdocio nuevo”, referido a Jesucristo, y de una “alianza nueva”, sellada con la sangre de Jesucristo, y de un “templo nuevo”, en el que Jesucristo ha sido constituido “medio de propiciación, mediante la fe en su sangre, para mostrar su justicia pasando por alto los pecados del pasado... a fin de manifestar que era justo y que justifica al que tiene fe en Jesús” (cf. Hb 3,25-26).
En realidad, hay una necesidad del sacerdocio, ya que la figura del sacerdote hace de puente entre Dios y los hombres y los hombres con Dios, ya que los sacerdotes son los que nos introducen en el mismo seno del amor y la misericordia de Dios que está en todas partes, cerca de los que le buscan y le necesitan. Para ser sacerdote no basta estar muy cerca de Dios, sino también muy cerca de los hombres y de sus miserias.
SERVIDOR DE TODOS: finalmente, el evangelio nos presenta la figura del servidor, la persona que quiere ser grande, que sea el servidor de todos, ahí está la clave de nuestra vida cristiana. Si queremos ser grandes y estar en los primeros puestos, es necesario que nos abajemos y sirvamos a los hermanos, de manera especial a los que más sufren. Nos encanta a los cristianos obtener los primeros puestos, de figurar, de buscarnos a nosotros mismos, pero la lógica del maestro es ponernos al servicio, rebajarnos como siervo como esclavos y ponernos al servicio de los demás.
El sentido del ser sacerdote, no tiene que ver con estatus social, ni con grupo de elite, de perfectos, de los preferidos por Dios, sino que tiene que ver con la lógica del servicio, en el cual nos toca lavarnos los pies unos a los otros. Este estilo de vida no conoce más camino que el servicio a las demás personas, el único camino, sencillamente porque es el que ha recorrido Jesucristo como siervo y como sumo sacerdote.
Así que hermanos debemos de tomarnos muy en seriolas palabras del Señor, porque son la clave de lectura de la enseñanza que propone a todos sus discípulos. Es una bonita idea que nos plantea el maestro, pero no consiste en decir, que lindas palabras, sino que tenemos que implicarnos como se ha implicado el mismo Jesús: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10,45).
Llevamos el compromiso del corazón de ejercitar la pequeña cuota de autoridad que cada uno tiene como servicio de amor a los demás ,jesus nos enseña que los hombres son más grandes cuánto más aman y por lo tanto cuánto más sirve ,gracias por su reflexión.
ResponderEliminarQue el amor de Dios nos llene de autoridad, para defender la Paz y la Justicia.
ResponderEliminarAmbas se aman, quien obra con Justicia encuentra la Paz que la abraza.