II DOMINGO DE PASCUA (Ciclo B)
“… y no seas incrédulo, sino creyente.”
Monteagudo 11 de abril 2021
Seguimos viviendo y celebrando esa gran noticia que Cristo ha vencido la muerte y que está vivo en medio de nosotros; ojalá que toda nuestra vida como creyentes fuera así, una pascua eterna. Pero sabemos que es un preámbulo de lo que realmente nos espera en el Reino de Dios, ya Jesús nos ha dicho que su Reino no es de este mundo, sino que es del más allá, donde nos espera Dios. Por ahora, como nos dice san Pedro en la segunda lectura de hoy, nos toca sufrir, igualmente que ha sufrido nuestro Maestro: “Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas…”
Hoy
la palabra nos enseña en la primera lectura, cómo realmente podemos ir haciendo
realidad ese Reino. En este momento de la historia que estamos viviendo, el
evangelio nos va a enseñar que ahora nos toca a nosotros ser propagadores de la
buena noticia de salvación, no nos podemos quedar encerrados en nosotros
mismos.
En la primera lectura, vemos cómo vivían esas primeras comunidades cristianas, acorde al evangelio de Jesús. Es sorprenderte como fueron haciendo realidad la vida del reino, eran constantes en la oración, ponían todo en común, en realidad, reinaba la paz, la armonía y sobre todo el amor. A eso nos invita hoy esta primera lectura, que apostemos por el bien común, que pensemos en los demás, que ser creyentes no es solo vivir desde la más íntimo de mi interior olvidándome de las necesidades de los demás, somos para los otros. No podemos vivir desconectados con los demás hermanos, somos una gran familia y Dios quiere reunirnos a todos, donde tengamos una sola alma y un solo corazón dirigidos a Él.
Lo
fundamental de toda esta paz y armonía entre nosotros es la fe en Jesucristo,
ahí cada vez que hacemos una obra de caridad la hacemos en memoria de Cristo,
no lo hemos visto, no hemos estado con Él, pero creemos que sigue vivo y está
en medio de nuestra comunidad que se reúne para celebrar la vida de Él y las de
los hermanos.
El
evangelio nos presenta la otra cara de la comunidad, cómo estaban viviendo
antes, con miedos, encerrados en sí mismos, protegidos, sin pensar en los que
tenían alrededor. Pero esta comunidad
cambia, y da un cambio radical que es lo que estamos viendo en el libro de los
hechos de los apóstoles, una comunidad abierta, que están viviendo en relación,
en apertura, en comunión y unidad, pero todo esto es gracias a esa presencia
salvadora de Jesús en medio de ella.
El evangelista nos narra que los discípulos estaban con miedo, porque pensaban que les iba a suceder lo mismo que al Maestro, pero Jesús se pone en medio de ellos para animarlos, y les da tres encargos, dos para animarlos y otro para que se pongan en marcha. El primero: les da la paz, y les dice varias veces, "la paz esté con vosotros"; segundo encargo: un regalo, les sopla el Espíritu Santo, un Espíritu Santo que rompe los miedos y les da apertura de salir a anunciar la buena noticia de salvación; y el tercer encargo es que salgan para que puedan ser instrumentos de misericordia. Este domingo es el tiempo de la misericordia, y el Señor nos invita hoy a nosotros, y nos manda a ser instrumentos de amor y misericordia perdonándonos unos a otros, y perdonando aquellos pecados que nos lo podemos retener, sino que debemos liberarnos y liberar a los hermanos de todos aquellos pecados que les atan, y no los deja ser hijos en el Hijo, sino esclavos del pecado.
Para
finalizar solo nos toca dar gracias al Señor, así como nos recuerda el salmista
en el día de hoy: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia”. Con estas palabras y diciendo vete en paz, siempre cerramos
el sacramento de la reconciliación.
Hermanos, que oportunidad tenemos
siempre de reconciliarnos con Dios, confiando siempre en su bondad y su
misericordia por medio de nosotros mismos.
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