DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”
Monteagudo, 29 de agosto de 2021
Las lecturas de hoy nos centran en lo que realmente es la verdadera religión, una religión que tiene a un Dios muy cerca y que no se puede reducir solo en normas, sino que nos tiene que llevar más allá de lo que somos, hijos de Dios.
En la primera lectura nos damos
cuenta de esa cercanía de Dios con nosotros, un Dios que camina y está muy
cerca de ese pueblo elegido, siempre que se invoca a ese Dios, ese Dios
responde y camina con sus hijos, por eso digo que las lecturas se centran el
día de hoy en la verdadera religión, que significa religar, estar junto a, y
así está Dios con nosotros su pueblo, no está lejano, Él siempre nos acompaña
en nuestro peregrinar.
Dios ha sacado de la esclavitud a su
pueblo, por eso lo ha hecho libre, para que no se deje atar con normas y
preceptos, sino que camine guiado por la fuerza del Espíritu de Dios, para que
caminen en libertad.
En la segunda lectura el apóstol Santiago es mucho más directo y nos dice cuál realmente es esa religión pura, y es esta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo. La auténtica religión va acompañada con la misericordia, debemos atender a los huérfanos, a las viudas y a todos aquellos hermanos que realmente sufren, ya que en ellos encontramos a nuestro Dios, más cerca; por medio de esos hermanos que están sufriendo ahí se hace presente el verdadero Dios.
Y en el evangelio, Jesús echa en
cara a los fariseos la forma de vivir su religión. Han pensado que la auténtica
religión es aquella que vive plenamente los ritos, las normas, una religión de
puro cumplimiento, es una religión de la cabeza y no de corazón; cuando se vive
así, aparentemente es fácil, porque es cumplir lo que está mandado, pero el
corazón del hombre puede estar muy lejos. Lo que realmente quiere Dios con
nosotros es que no seamos puritanos, lo que nos quiere es hombres y mujeres de
corazón limpio, es decir, hombres y mujeres que se den con el corazón abierto a
los demás, dejando a un lado: las fornicaciones, robos,
homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia,
difamación, orgullo, frivolidad. Son todas estas cosas que hacen el hombre un corazón impuro.
Que nosotros en este día nos demos
cuenta cual es realmente la auténtica religión, que miremos nuestro corazón, si
realmente nuestro corazón está cerca o alejado de Dios, porque cuando nuestro
corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido. Le falta la
vida, la escucha sincera de la Palabra de Dios, el amor al hermano. La vida
cristina o mejor dicho la religión se convierte en algo exterior que se
practica por costumbre, pero que le falta la fuerza de Dios, el fuego del
Espíritu.
Hoy los cristianos debemos hacer vida la religión, no podemos seguir con tradiciones del pasado que ahora no dicen nada, que solo nos alejan más de Dios y de los hermanos necesitados, muchas veces nos pasa como los fariseos, nos enfrascamos a los actos litúrgicos y nos olvidamos de los huérfanos, de las viudas y de los pobres, que sufren por culpa de un sistema social que hace que cada vez seamos más pobres.
Queridos hermanos, el gran pecado
puede ser este: agarrarnos por tradición o por cultura a una religión
desgastada y sin fuerza para transformar las vidas. Seguir honrando a Dios sólo
con los labios y el corazón frío, oponiéndonos a la conversión y vivir
olvidados del proyecto de amor de Jesús: construir un mundo nuevo según el
corazón de Dios.
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