SOLEMNIDAD DE NUESTRO PADRE SAN AGUSTÍN
Volver al corazón
Monteagudo, 28 de agosto de 2021
El día de la solemnidad de nuestro padre san Agustín lo celebramos con gran gozo y alegría, y este año con una nota especial, por el numeroso grupo de jóvenes que han venido a formar parte de esta gran familia agustiniana. Personas inquietas, que desean llenarse del carisma, este que nos ha dejado como herencia san Agustín, y a la vez recoletos. Jóvenes que han venido a este lugar especial para la Orden, con el propósito de llenarse de este carisma y poderlo trasmitir a otros coetáneos que andan por el mundo en esa búsqueda de sentido de la vida.
La pregunta que nos puede surgir
ahora es: ¿Qué puede decirles nuestro padre san Agustín a estos jóvenes
inquietos, que han venido desde lejos a buscar sin duda respuesta a no pocas
inquierudes que anidan en su corazón? ¿Puede decirles algo san Agustín a estos
jóvenes? Veamos que sí.
Una de las cosas que nuestro padre les
puede sugerir a estos novicios —y al hombre hoy— es, por su puesto, la búsqueda
o deseo de Dios, que late en el corazón del hombre. Sabemos que san Agustín es
un buscador de Dios. Ha buscado a este Dios en la naturaleza, en la Iglesia, en
la historia, en el hombre interior. Para Agustín, todos los caminos nos pueden
llevar a Dios; sin embargo, eso sí deben llevarnos al hombre interior. Dice el
mismo san Agustín: Mucha admiración me causa esto, y me llena de estupor: viajan
los hombres para admirar alturas de los montes, las ingentes olas del mar, las extensas
corrientes de los ríos, la inmensidad del océano y el giro de los astros; y se
olvidan de sí mismos” (Conf. 10,
8,15).
San Agustín, que vivió esa
experiencia de búsqueda, invita a los novicios y al hombre contemporáneo a no
dispersarse en esa búsqueda de la verdad, a entrar en su interior, pues en el
interior del hombre habita la verdad (uera rel. 72); y una vez encontrada la
Verdad, a trascenderse a sí mismo, creyendo en quién es la Verdad, Cristo, y
dando el asentimiento propio de la fe, pues solo la fe purifica los ojos del
corazón, para poder ver bien. Solo se puede ver con claridad, con los ojos del
corazón (en. in Ps. 26, 2,15), cuando
estos han sido purificados con el colirio de la fe (Io. eu. tr. 2, 16).
Los novicios este año tenéis como lema: “Navegantes hacía la Verdad”. Ojalá en este tiempo de noviciado sigáis en esa búsqueda de la verdad, para que podáis responder con generosidad a la Verdad plena, que es Dios.
Otra idea que puede ayudar a los
novicios y al hombre de hoy es su proceso de conversión, San Agustín es uno de
los grandes conversos de la historia de la humanidad. Al igual que con san
Pablo, celebramos su conversión. La conversión es un proceso que se origina solo
con la pura gracia de Dios. Agustín no se enorgullece, ni se aplica los méritos
de este proceso de transformación o conversión; confiesa que pura gracia de
Dios: Desde que me he vuelto a ti, fui renovado por ti, que me creaste; fui
renovado, porque fui creado; fui reformado, porque fui formado. Desde el
instante de mi conversión, aprendí que no precedieron méritos algunos míos,
sino que me diste gratuitamente tu gracia, para que me acordase de tu sola
justicia (en. in Ps. 70, 2, 2).
La conversión es un proceso vital,
pues el ser humano es un peregrino (conf.
10, 6), y cada día ha de ponerse en camino hacia la ciudad de Dios; cada día
debe recomenzar su lucha contra todo aquello que tiende a apartarlo del camino
que conduce hacia la verdadera felicidad y hacia la Vida. Todos los hombres
tenemos que dar ese paso de conversión, que es volver a Dios, es buscar
encontrarnos con el Pastor que siempre anda tras el rastro de esa oveja
perdida.
Para encontrar a Dios y para poder lograr esa conversión a Dios, necesitamos ser personas humildes, debemos sentirnos necesitados de Dios. Y Agustín, maestro de humildad, nos habla en este momento de nuestra historia personal, ya que el mismo santo se reconoce pecador. La actitud humilde nos pone ante los ojos nuestras propias limitaciones, nuestra propia indigencia. ´
Sentirnos pobres y necesitados de
Dios es un gran paso para poder tener ese encuentro con Dios. El hijo pródigo
se vio necesitado de Dios, y de ahí partió toda su conversión hacia a Dios. La
clave para encontrarnos con ese Dios que sale a nuestro encuentro es ser
humildes. Al encontrarnos con Él, diremos como el santo: Te busco para
encontrarte, y te encuentro para seguirte buscando con mayor ardor.
Que sigamos buscando juntos, y de
este modo que podamos llegar a tener todos una sola alma y un solo corazón
dirigidos hacia a Dios.
Comentarios
Publicar un comentario