DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)

 

“Anda y haz tú lo mismo”

Monteagudo 03/07/22

           


Un 
domingo más de este tiempo ordinario, donde el Señor nos sigue comunicando su palabra y nos sigue dando un mensaje de salvación, para que nos pongamos en marcha a hacer la caridad, que nos bajemos de nuestras estructuras y ayudemos al más necesitado.

            En la primera lectura nos dice el Señor que debemos amar a Dios con todo lo que somos, con el corazón, con el alma y con todo nuestro ser.  El mandamiento del Señor está muy cerca de nosotros, debemos de cumplirlo, estar atentos, abrir nuestros oídos para escuchar hoy la voz del Señor, debemos ponernos en sintonía con Dios para escuchar el grito de los que sufren.  Cuántas veces Señor, estamos siendo sordos y ciegos frente a las necesidades de los demás.

            En el evangelio podemos ver esas dos posturas, los que son capaces de escuchar la voz de Dios y los que son sordos a su palabra.  Tenemos un primer grupo, que se hacen los indiferentes ante el sufrimiento del otro, lo que hacen es centrar su vida en los ritos, en la liturgia, para ellos son más importantes las normas, las reglas, que las necesidades del que sufre por el camino.

            Está el otro grupo, que representa a los samaritanos, aquellos hombres y mujeres que no son parte de ese pueblo elegido por Dios, sin embargo, son más sensibles y están atentos a esa voz de Dios.

            Un hombre que viene montado en su bestia, y fue capaz de bajar de su caballo y llegar al pobre hombre maltratado por la sociedad, ha roto con toda estructura, él mismo es el que se ha hecho prójimo, al abajarse se hace próximo del sufriente, además, es capaz de dejar unos denarios para que pueda seguir siendo socorrido. Esta tiene que ser nuestra actitud como creyentes, bajarnos de nuestras estructuras, en ir a aquellos hermanos con el corazón roto, que nosotros siendo ese bálsamo de amor podemos sanar sus heridas.


            Sabemos que el amor sana mucho, nos toca bajarnos y acercarnos a aquellos hermanos que están al borde del camino, heridos, necesitando una mano que les consuele y los anime a seguir adelante en su vida como hermanos.  Que nuestros ritos, nuestras formas de estar en la vida eclesial, no nos hagan olvidar al hombre doliente, al que sufre, sino que nos hagan más bien cercanos y curarlos con nuestra presencia.

            Cabe destacar ese mandato del Señor vete tú y haz lo mismo, que seamos aquellos samaritanos, capaces de ser sensibles y tengamos misericordia por aquellas personas que han sido golpeadas por un sistema social y político que anulan a los más vulnerables, que nosotros con nuestra vida pongamos el bálsamo y el aceite del amor con nuestra presencia y nuestra forma de actuar como Jesús.

Así que ya sabemos lo que debemos hacer, tener los mismos sentimientos de Jesús: mirando, acercándonos, cargando y sanando:

"Anda y haz tú lo mismo"
Tener una mirada compasiva, que nos libere de nuestro egoísmo; un acercamiento tierno, sin mucho rodeo, sino con prontitud; a cargar en nuestros hombros al hermano, poner los hombros unos a otros, para que la carga sea más ligera, que seamos solidarios al dolor del que sufre; y sanar las heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.Hermanos, hagamos realidad ese mandato del Señor que nos dice hoy: Anda y haz tú lo mismo, ¿qué debemos hacer?: Mirar el sufrimiento sin dar rodeos, abrir los ojos atentamente a tantos hombres y mujeres asaltados, robados, golpeados, abandonados en los mil caminos de la vida. Acercarnos a los surcos de la vida, no importa quiénes son los que están allí caídos, y hacerse cargo, levantarles, y hacer lo que podamos para aliviar y ayudar a restaurar las vidas rotas.

 

 

 

 

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