DOMINGO II DE NAVIDAD (CICLO C)
El Verbo
se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 1-18).
Hoy nos encontramos muy rápidamente en el segundo domingo del tiempo de navidad, y las lecturas se centran en un tema que hemos estado meditando durante estos días, que es la presencia de Dios entre nosotros. Un Dios que se abaja, que se acerca y que nunca nos abandona, siempre está ahí. Los seres humanos nos pueden abandonar, nos pueden ser infieles, nos pueden incluso traicionar, pero Dios nunca nos va a abandonar, siempre va a estar presente en medio de nosotros y va a buscar las mil formas para abajarse y hacerse cercano con nosotros.
En la primera lectura la sabiduría
se personaliza: “La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido… Pon tu
tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”. Una sabiduría que no está escondida, que
no está en los libros, sino que está en medio de su pueblo, una sabiduría que
ayuda al hombre de ayer y de hoy a saborear la vida, que sabe cómo hay que
vivir como hijos de Dios, que no le deja vivir desconectados de la fuente de la
sabiduría que es la fuerza de Dios.
La segunda lectura también se fundamenta en
esa adhesión o esa cercanía de Dios con nosotros: “Él nos eligió en Cristo,
antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por
el amor”. Es el mismo Dios que ha tomado la iniciativa de elegirnos en su
Hijo, para que fuéramos santos, y para que vivamos en el amor, por eso es Dios
que se abaja, que se acerca primero; nosotros no tenemos casi nada que ver en
esta historia de amor, lo que tenemos que hacer es dejarnos amar por Dios,
abrir la puerta de nuestro corazón y acogerlo.
Hemos sido creados y elegidos conforme a la imagen de Dios, que se traduce o se palpa en Jesús hecho niño, es por eso que Jesús es el modelo de la humanidad, porque él es la imagen de Dios invisible como dice san Pablo a los colosenses (Col 1,15) es también el hombre perfecto. Esa comunión con el Hijo nos hacer vivir como hijos de Dios y actuar como Él, así que dejémonos atrapar por el amor de Dios y abramos nuestro corazón para que ese Dios hecho hombre habite en nosotros, porque Él ha querido poner una morada entre nosotros.
Los creyentes de hoy debemos restaurar la imagen de Dios que se ha empañado
por el pecado, antes éramos santos, por eso escuchamos a san Pablo decirnos: “Él
nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e
intachables ante él por el amor”. Éramos y somos santos, pero necesitamos
por la gracia de Dios recuperar esa imagen de Dios invisible que está en cada
uno de nosotros, ya que somos sus hijos a la medida de Cristo Jesús: el hombre
perfecto, el molde o modelo es Jesús, y todos hemos recibido gracia tras gracia
para transformarnos en ese hombre pleno.
Finalmente, el evangelio nos pone más clara esa presencia de Dios en medio de su pueblo a través del prólogo de san Juan, ya que dice que en el principio la Palabra de Dios existía antes que el mundo, es decir, su Hijo y esa palabra ha venido de lo alto para acampar, para estar con nosotros, es un Dios que hace todo lo posible para estar con su pueblo, para salvar a la humanidad, por eso es capaz de abajarse, de ponerse en medio, arriesgándolo todo, haciéndose carne, que significa humano, débil, a nosotros lo que más nos gusta es hacernos dioses y por eso Él, por medio de su Hijo nos muestra que somos mortales, humanos, frágiles, débiles, que sufrimos, para que no nos creamos dioses, sino hombres.
Como ya lo hemos dicho: debemos
creer y abrir el corazón a este Dios que se hace tan nosotros para salvarnos a
cada uno, no cerremos nuestro corazón, sino más bien que abramos la tienda al
Señor para recibirle dentro y poder ser ese reflejo del amor de Dios…
Que Dios hecho carne habite entre nosotros.
ResponderEliminar