DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)

 

“Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”

Monteagudo 23 de enero de 2022

           

 

En este tercer domingo del tiempo ordinario, la Iglesia celebra el domingo de la palabra de Dios, no pretendamos que es un solo día.  Es una oportunidad, para ser conscientes de la importancia que tiene la palabra de Dios en nuestra vida como creyentes, ya que la palabra de Dios es lámpara para el camino, además es espíritu y vida, es nuestro alimento, y actualiza nuestra vida.

Es lámpara para nuestro caminar, porque al escucharla día a día el Señor nos va dando ese rayo de luz, que nos ayuda por dónde tenemos que ir, es la lámpara que nos ayuda a iluminar nuestro caminar, sin la palabra de Dios, nuestra vida estaría en tinieblas. Hace días escuchamos varias veces esa palabra del profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló”. Una luz que es la misma palabra de Dios, pero hecha carne y que habitó en nosotros para que tengamos vida y en abundancia, el Señor es siempre nuestra luz y salvación, como escuchamos en su palabra: el Señor es mi luz y mi salvación, a quien temeré, por eso debemos caminar bajo la luz del mismo Dios.


La palabra es espíritu y vida: el salmo de hoy nos recuerda que la palabra de Dios es espíritu y vida, no es letra muerta, tiene que resonar en nuestro interior y darnos vida, darnos ese Espíritu de Dios que nos empuja a hacer algo por los demás.  Tanto en la primera lectura como en el Evangelio, podemos darnos cuenta que, esa palabra proclamada, y después de siglos, ha generado espíritu y vida a los humanos que la llevan, y nos debe de llevar a nosotros hoy a generar vida en donde hay muerte, llanto, luto y dolor.

La palabra de Dios también es nuestro alimento, así como todos los días comemos algo para alimentar nuestro cuerpo, la palabra de Dios nos tiene que ayudar a alimentar nuestro espíritu, no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Si realmente no nos alimentamos de la palabra de Dios, nuestra vida espiritual no va a tener fuerza y tampoco profundidad.  Podemos vivir siempre de la superficialidad sin la palabra, pero cuando nos alimentamos de ella, podemos vivir de la profundidad, y así mi vida y la vida de los que me rodean tiene sentido, porque siempre vivo desde la palabra de Dios, de los criterios evangélicos.

Además, la palabra de Dios, no es solo escucharla y guardarla en el corazón y que no actualice nuestra vida.  La palabra de Dios va siendo vida, nos va dando espíritu y profundidad porque día a día se actualiza, como vemos al final del evangelio de hoy, Jesús después de haber leído la palabra de Dios, manifiesta: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».


El hoy que dice Jesús, lo podemos decir nosotros después que acabamos de escuchar esta palabra de Dios, esto se cumple en cada uno de nosotros, pero ese cumplir nos tiene que llevar a la acción, no escuchar la palabra y decir, que linda, que bueno, pero me quedo solo en razonamientos intelectuales o lógicos y no la llevo a la actualidad, que es el hoy que dice Jesús, no la interiorizo para que esa palabra sea vida.

Quiero finalizar dándole gracias a Dios, por su palabra, por sus diversos mensajes de amor que me envía y que somos capaces de captar, a pesar de tener los oídos tapados y la mente embotada de tantas cosas y de otras palabras que suenan vacías.

 

Comentarios

  1. Dios te bendiga Wama querido un abrazo fuerte,🙏🏽♥️

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  2. Un fuerte abrazo. Dios te bendiga. 🙏❤️Gracias

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  3. Gracias a Dios y la virgen Maria por esa reflexión, el Espíritu Santo te siga iluminando para que a través de ti nos oriente. Un abrazote

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