DOMINGO V DEL TIEMPO DE CUARESMA (Ciclo C)

 

Sólo dos se quedan allí: la miserable y la misericordia

Monteagudo, 03 de abril de 2022

Hermanos seguimos avanzando en el camino a la pascua definitiva, que nos lleva a vivir a plenitud nuestra condición de hijos de Dios.


Hoy podemos partir desde la segunda lectura donde san Pablo nos dice: “corro hacia la meta, hacía el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús”. Todos estamos llamados a recorrer este camino para que podamos llegar a esa meta, donde vamos a obtener el premio o la corona que no se marchita, nuestro camino cuaresmal es eso, una preparación a esa corona, a esa meta definitiva con Dios.

En este caminar no vamos solos, porque es el mismo Dios que nos va abriendo el camino para podernos llevar hacía Él. Muchas veces se nos puede hacer difícil, por culpa de la rutina, y eso se nos puede convertir en algo viejo, tradicional, ¿por qué un año más de la cuaresma?  Pero el Señor hoy por el profeta nos dice que algo nuevo está sucediendo, que nos demos cuenta, porque Él va haciendo nuevas las cosas. Por eso debemos de gritar con el salmista, el Señor ha estado grande con nosotros por eso estamos alegres y debemos de alabarlo, porque para eso hemos sido creados por Dios, para alabarlo.

El evangelio de hoy, nos da la clave para entrar a esa tierra prometida, para ganar esa corona que no se marchita, que es el perdón. Nos narra ese acontecimiento de una mujer que va a ser condenada por cometer un pecado, pero Jesús manifiesta que, el que esté libre de pecado que lance la primera piedra, y nadie lanzó una piedra, al contrario, se retiraron uno por uno, y Jesús se quedó solo con la mujer, y le perdonó su culpa…


Jesús como camino y vida nos va enseñando en estos domingos, qué postura debemos  tomar a la hora de estar en comunión con el Padre, o mejor dicho para tener los mismos sentimientos de Él: el domingo pasado, por medio del hijo pródigo, nos enseñaba a acoger y perdonar,  a estar dispuestos a acoger a nuestros hermanos cuando se equivocan, en cambio, hoy nos enseña a perdonar, a que no juzguemos a los demás, sino que tengamos esa capacidad de perdonar y amar, como él mismo nos ama a nosotros, sin importarle nuestras miserias.

Otra clave que podemos destacar hoy, que también la encontramos el domingo pasado, es el arrepentimiento: estamos a punto de entrar a celebrar la Semana Santa y de la Pascua, nada mejor que tomar conciencia de nuestra condición de pecadores. Aun sabiendo y convencidos de que hay un Dios bueno y misericordioso, dispuesto siempre a perdonar nuestros extravíos, aceptemos las condiciones que nos impone, haciendo ese acto de humildad que necesitamos de su amor y de su misericordia.



Queridos hermanos estamos llegando a la pascua a ese gran misterio, y Dios nos está dando otra oportunidad para que volvamos al camino que nos lleva hacia ella, para eso debemos escuchar su voz, convertimos y darnos cuenta de lo pecadores que somos. En este tiempo necesitamos sentirnos nuevos.
  Ojalá que broten nuevas cosas en nuestro corazón que nos conduzcan a Dios, para sentirnos hijos nuevos; debemos hacer realidad esas palabras y que se nos queden en el corazón: “Yo tampoco te condeno, anda y no peques más”, y se nos caerán todas las piedras de las manos, y es así que podremos caminar en libertad y ligeros de equipaje hacia la meta definitiva.

 

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