JUEVES SANTO (C)

 

JUEVES SANTOS (C)

«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»

 

“Dios llama al ser humano a «encontrarse a sí mismo mediante la afirmación del otro, a conocer el gozo animando al otro y la expresión personal honrando al otro” Karl Barth.

Monteagudo 14/04/2022

            Queridos hermanos hoy es un día muy importante para la Iglesia, ya que celebramos tres grandes ministerios: el amor fraterno, la institución de la Eucaristía y la institución del sacerdocio.

            En vista que celebramos el amor fraterno, te quiero decir como hermano, a ti en especial porque eres mi hermano, porque Dios me ha puesto en una familia como es la Orden de los agustinos recoletos, para formar una fraternidad, y tú eres parte de esta fraternidad, que, a pesar de nuestras diferencias, nuestras heridas, nuestros errores, nuestros malos momentos, ahí estamos entre los dos, intentando crear comunidad, la vida fraterna es un don y es tarea nuestra de cada día. Es un don porque así desde el principio Dios lo ha querido, no es bueno que el hombre esté solo, y el mismo Jesús desea eso mismo: “Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn. 17, 21).


            Tú y yo hemos venido a la vida religiosa a encontrarnos no a perdernos, a pesar de los encontronazos que podemos tener con los hermanos; además el encuentro cuando es sincero y profundo genera comunidad, nos motiva a ser creativos, nos anima para afrontar la vida diaria, nos inyecta pasión por las cosas, nos permite crear lazos de unión, de intimidad con algunos hermanos, nos da gozo, armonía interior, nos llena de entusiasmo y de muchas cosas que, en realidad son muy positivas para la vida fraterna. Así que el gran reto es ser constructores de comunión y promotores de encuentro.

Con lo que respecta a la Eucaristía partimos que, es un hecho deseado por Dios y además es histórico, que no ha sido inventado por los hombres. ¿Por qué es deseado por Dios? porque Jesús nos dice: “Con verdadero anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer”, y es histórico porque san Pablo nos lo destaca hoy en la segunda lectura: “Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido”. Eucaristía instituida por Cristo y que todavía la seguimos celebrando porque es el misterio central y culmen de nuestra vida, así que esto de la celebración de la Eucaristía no es un cuento, es una realidad, por eso, cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva. La Eucaristía que celebramos y comulgamos se tiene que prolongar en nuestra vida, cada vez que nosotros compartimos y nos ponemos al servicio de los demás, o somos pan que se parte para los demás, estamos haciendo el memorial del amor de Dios, San Agustín nos dice, que nosotros somos cuerpo de Cristo: “Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. En consecuencia, si vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros, sobre la mesa del Señor está puesto el misterio que vosotros mismos sois: recibís el misterio que sois vosotros. A eso que sois, respondéis «Amén», esto quiere decir que somos lo mismo de lo que comulgamos, si comulgamos a Cristo somos otros cristos, y se tiene que notar en nuestra vida, así cada vez que nos damos a los demás, somos pan de vida, con nuestra entrega estamos prolongando la Eucaristía y estamos haciendo ese memorial de la entrega del Señor.


Con lo que atañe a la institución del sacerdocio. Tenemos que partir que es un don, que es un regalo de Dios, nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien nos ha llamado, somos frágiles y débiles, pero así nos ha llamado Dios, para que nosotros en medio de nuestra debilidad podamos consolar, animar y ayudar a muchas personas, somos puentes entre Dios y los hombres: Nuestro sacerdocio seguro que es un don inmerecido, pero Dios nos ha llamado, no porque somos buenos, sino para hacernos mejores, siendo instrumento de su amor, la tentación que podemos tener o caer los sacerdotes es por haber recibido este don, pensar que somos mejores que los demás, que somos más puros, más perfectos, más santos, al contario es un servicio y que nos lleva a ser más humildes que los demás, es un abajarse hasta lavar los pies a nuestros hermanos, por eso la interrogante de Jesús a sus Discípulos: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”  eso es lo que más desea Jesús, que nos pongamos al servicio de los demás, que nos lavemos los pies unos a otros.


Felicidades hermano y que Dios nos bendiga y bendiga a cada uno de la comunidad para que juntos podamos ser constructores de comunidad y no consumidores de comunidad.

           

      

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